
Un día como hoy, pero de 1915, el octogenario ex presidente de México, General Porfirio Díaz, exhalaba su último aliento en París, Francia, en un exilio no deseado, alejado de su patria y nostálgico por su tierra. [3]
Nacido un 15 de septiembre de 1830, fue sin duda un parteaguas para la Historia nacional, pues estuvo involucrado activamente en la defensa de la República liberal contra el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Su relevancia es tal, que una etapa completa de nuestro devenir histórico está definida por su figura.[4] El Porfiriato, sucedido de 1877 a 1880 y de 1884 a 1911, cambió totalmente el panorama de México, pues se ingresó al país a una auténtica etapa de desarrollo industrial, hubo superávit financiero, construcción de ferrocarriles, estabilidad, paz, orden y progreso, como lo profesaba el mandatario.
No obstante, no se debe minimizar lo que podría considerarse como una serie de graves atropellos a diversos sectores de la población, sobre todo de origen indígena y de bajos recursos, a quienes se les etiquetaba como “ladrones por cuestión genética”[5]; lo que resultó en una gran diferenciación social, pese a los esfuerzos de mejorar la instrucción pública.[6] De hecho, la cuestión de la criminalidad parecía, según la apreciación de la época, algo particular de las clases bajas de la sociedad. Menciona Elisa Speckman que “[…]gran parte de los criminales provenían de sectores que contaban con bajos recursos económicos, lo cual no resulta extraño si pensamos que ese sector constituía la mayoría de la población.”[7]
A pesar de ello, es menester señalar la apreciación que se tenía del titular del Ejecutivo en su época. Menciona Emilio Rabasa que “[…] la opinión pública apoyó vigorosamente al gran constructor de la nación, por más que el absolutismo la impacientara.”[8] La muestra más fehaciente de ello fue la defensa que hizo Francisco Bulnes de la reelección de Díaz, donde mencionó que “El buen dictador es un animal tan raro que la nación que posee uno debe prolongarle no sólo el poder, sino la vida”[9]
Empero, el pasado no se juzga y los sucesos se deben analizar en su contexto, Así, podemos enunciar el conocido apego –nominal- del dictador a la Constitución de 1857, la simulación democrática y el establecimiento de un Congreso a modo, como los principales factores de legalidad y legitimidad de su régimen, las cuales, imbricadamente, pocas veces se han conseguido en la convulsa historia de nuestro país. Tal vez la máxima expresión de esto, se mostró en el momento de presentar su renuncia ante los legisladores de la nación el 25 de mayo de 1911:
La renuncia contiene estas graves palabras: “Espero… que calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permita morir llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas”.[10]
Su exilio inició a la brevedad. “La madrugada del 26 de mayo, la familia Díaz partió al exilio. El militar de confianza para acompañarla durante el trayecto en el tren a Veracruz fue el general Victoriano Huerta, lo que era un reconocimiento a su lealtad.”[11] El 31 del mismo mes, partió a bordo del barco Ypiranga desde el puerto de Veracruz con destino al Viejo Mundo. En 1915 empezó a desmejorar su salud, siendo detectada arterioesclerosis múltiple como el mal que le aquejaba. “Por otra parte, su lucidez mental se fue limitando a un hecho monotemático: la añoranza de México.”[12] Sus últimos días la pasó al lado de sus familiares.
De acuerdo con sus familiares, el día 29 de junio recibió la extremaunción y fue la tarde del 2 de julio que falleció. Fue sepultado en la Iglesia de Saint Honoré l’Eylau, con la intención de que su cadáver embalsamado fuera traído a México, pero dada la negativa, en 1921 sus restos fueron trasladados al cementerio parisino de Montparnasse, donde aún permanecen [13]
Aunque se ha intentado cumplir sus últimos deseos y traer sus restos de vuelta al país, esto no se ha concretado, no obstante el empuje de esta iniciativa en el contexto del Centenario luctuoso del personaje. Resulta necesario seguir analizando al personaje y su contexto, así como a los procesos históricos que giraron en torno a su figura, para comprender los diferentes matices de la realidad y el momento del sujeto histórico.
[1] Escrito por Ricardo Rodríguez.
[2] Extraído de: https://bit.ly/2NhTMJT
[3] Tomás F. Arias Castro. Los últimos días de Don Porfirio. En Relatos e Historias en México. Año VIII. 84. septiembre de 2015. P. 78.
[4] Luis A. Salmerón. “Muere Porfirio Díaz. 2 de julio de 1915.” En Relatos e Historias en México. Año V. 59. Julio 2013. P. 89
[5] Elisa Speckman. Crimen y Castigo: legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de la justicia, Ciudad de México, 1872-1910. México: El Colegio de México. UNAM. 1992. P. 92. 357 p.
[6] Luis González y González. “El liberalismo triunfante” en Cosío Villegas, Daniel, et. Al. Historia General de México. Versión 2000. México: El colegio de México, 2008. P. 660. 1103 p.
[7] Ibídem, p. 93.
[8] Emilio Rabasa. La evolución histórica de México. 4° edición. México: Coordinación de Humanidades UNAM, Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, 1986. P. 159. 361 p. Biblioteca Mexicana de escritos políticos.
[9] Enrique Krauze. Siglo de los caudillos. Biografía Política de México. (1810-1910). México: Tusquets editores. 2009, ´ p. 306. 347 p. Colección Maxi Tusquets.
[10] _____________. Vindicación de Porfirio Díaz en: Letras Libres. 7 de julio de 2015. [Consultado el 2 de julio de 2018. Disponible en: https://bit.ly/2lP71VT ]
[11] Pedro Siller. Huerta en defensa del gobierno de Porfirio Díaz. En Relatos e Historias en México. Año VIII. 92. abril de 2016. P. 47.
[12] Arias Castro, Óp. Cit., p. 78.
[13] Leticia Sánchez Medel. “El viaje de Porfirio Díaz al exilio, cortesía del ‘Ypiranga’”. En Milenio. 30 de junio de 2015. [consultado el 2 de julio de 2018. Disponible en: https://bit.ly/2KKNf8U ]