Síndrome de Stendhal: una sobredosis de belleza

“[…] me abandonaba a mi locura como a la vera de una mujer que se ama.”

Stendhal, Diario de viajes a Nápoles y Roma, 1817

 

 

 

Bien dicen que cada quién elige la manera en la que se destruye: alcohol, tabaco, drogas… no obstante, jamás se concibe que la experiencia estética, es decir, cuando estamos frente a una obra de arte pueda llegar a ser perniciosa. De hecho, algunos psiquiatras canadienses recomiendan las visitas al museo como parte del tratamiento. Sin embargo, poco se nos avisa o prepara de un “mal del viajero romántico” o síndrome de Stendhal el cual es una enfermedad cuya existencia aún es debatida por el gremio de los médicos.

Todo en exceso hace daño, hasta la belleza

El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que puede presentar un cuadro clínico con características de ataques de ansiedad o episodios depresivos. Estos síntomas se presentan de forma abrupta y aguda con la particularidad de que son encadenados por la exposición a una o varias piezas de arte en un período de tiempo corto.

Recibe este nombre debido a un afamado escritor francés del siglo XIX, Marie Henri Beyle, conocido en el ámbito literario como Stendhal. Su obra se enmarca dentro de la corriente del romanticismo que, a grandes rasgos, se caracteriza por la exaltación de las pasiones más allá de la razón. Fue autor de diversos libros como Rojo y Negro (1830), La cartuja de Parma (1839) o Recuerdos de Egotismo (1892).

Todo un hombre del siglo XIX

En 1817 realizó un viaje por varias ciudades italianas con la intención de visitar las galerías y recintos artísticos más importantes. Se hizo de un diario en el que justamente se encuentra el primer registro del síndrome antes descrito, de ahí que lleve su nombre. En sus registros relata cuál fue su experiencia al visitar la basílica de Santa Croce en Florencia:

“Había llegado a ese punto de emoción donde se encuentran las sensaciones celestiales que dan las bellas artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de la Santa Croce tenía fuertes latidos de corazón, lo que Berlín llaman nervios; la vida se me había desvanecido, caminaba con temor de caer.”

Stendhal, op.cit

La experiencia estética explicada por la ciencia

A pesar de darle el nombre, no fue Stendhal quién lo catalogó como una anomalía a la salud. La persona responsable es la psiquiatra italiana Graziella Magherini , la cual trabaja en el Hospital Santa María Nuova de Florencia en donde recibió más de 100 casos referentes a este frenesí causado por alguna obra de arte. Escribió entonces el libro La sindrome di Stendhal. Il malessere del viaggiatore di fronte alla grandezza dell’arte (El síndrome de Stendhal. El malestar del viajero frente a la grandeza del arte).

En el texto, Magherini resalta que existen tres tipos de trastornos dentro del síndrome. De los casos reportados, menciona que el 66% afligen al pensamiento, 29% a los afectos y 5% presenta ataques de pánico o angustia. Esto quiere decir que las personas que lo presentan pueden confundirlo con una desazón por el viaje mismo o simplemente no encuentren razón alguna a su malestar además de ser difícil de comunicar por su carácter psíquico o mental.

¿Realmente existe?

Sin duda el síndrome de Stendhal ha sido motivo de conversación entre los académicos que lo defienden y los que se muestran escépticos al respecto. No es el objetivo desprestigiar la investigación de la Dra. Magherini, no obstante existen ciertos elementos acuciantes que ponen en duda si realmente existe como síndrome o no.

Algunos de ellos son los siguientes:

  • La mayoría de los casos se presentan en Florencia u otra ciudad italiana
  • Las obras que causan los estragos generalmente pertenecen a las corrientes del Renacimiento o Barroco
  • Sólo se presenta en extranjeros, la gente local no presenta síntomas

Para regresar a nuestra fuente principal, Magherini da una explicación de corte psicoanalista que resume la autora Patricia Morales García:

” Según la Dra. Magherini, existen dos facilitadores del síndrome, el estar  ante la obra original, con la connotación que la obra o el autor puede significar para el sujeto y que no exista una red simbólica que atenúe la  experiencia, de ahí que sean extranjeros. De manera, que donde debería  sentirse placer al contemplar la belleza, la función estética desaparece, debido a la alteración del “marco fantasmagórico” del sujeto. Es decir, que  el significante que debería sostener la significación fálica, se colapsa  en función de su significación y se convierte en una presencia real.” 

Magherini, “El síndrome de Stendhal”, 1990

Al parecer, lo que causa esta enfermedad es la aparente euforia que causa el encontrarse con una pieza de la cual uno ha leído o estudiado. Me atrevería a comparar este mal con la reacción de una adolescente si algún día tuviese enfrente a Justin Bieber

La enfermedad artística

Habría que considerar también el movimiento al cual Stendhal pertenecía. El romanticismo si bien tiene elementos compositivos delimitados, la exaltación y el frenesí son parte esencial del mismo, lo que se ve reflejado en cualquier manifestación artística. Es posible que el relato del francés esté marcado más por su estilo que cualquier malestar físico.

Sea como fuere, el síndrome también ha afectado al mundo del arte, generando obras que hablan de cómo funcionan las obras con el espectador. Un ejemplo de ello es la película estrenada en 1996 “El Síndrome de Stendhal” de Darío Argento. Como regalo por haber llegado al final de este artículo, anexo la película completa.

– Momo
 
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