
Definir un periodo del pasado haciendo uso únicamente de datos históricos resultaría prácticamente imposible, por ello es necesario servirse de diversas herramientas teóricas y filosóficas en relación con la disciplina histórica para llevar a cabo dicha tarea. Esto tiene como complejidad el hecho de que no hay dos tiempos ni sujetos iguales, por lo que la interpretación varía de uno a otro.
Partiendo de esto, sería fácil caer en el extremo de la hipersubjetividad, en la cual cada quien, de acuerdo a su conveniencia, podría fijar su propio inicio, final y definición de Edad Media. Es debido a esta razón que el presente ensayo busca prevenir eso ya que, si bien no es prudente delimitar un periodo entre dos acontecimientos precisos, sí conviene fijar un aproximado, con posibles fechas establecidas entre las cuales la época en cuestión oscile dependiendo del enfoque a través del cual se esté investigando.
De acuerdo con la forma tradicional de dividir la historia en Occidente, la Edad Media comienza en el año 476 d.C. con la Caída del Imperio Romano de Occidente, y termina en el 1453 d.C. con la Caída de Constantinopla. Estas fechas son convencionalmente aceptadas por los historiadores cuando se habla de algún tema en general que no requiera mayores especificaciones de ninguna índole. Sin embargo, una vez que nos preguntamos bajo qué criterio se hizo esta segmentación y qué otras posibilidades existen al respecto, el asunto se vuelve realmente complejo. Es pertinente destacar que quienes vivieron en la etapa que hoy llamamos Edad Media no se concebían a sí mismos como tales, entiéndase como habitantes del “medio tiempo”; y es que el hecho de que llamemos a determinado periodo el “medio tiempo” implica la existencia de un tiempo inicial y un tiempo final en una línea temporal francamente progresista, que tiene un fin y un sentido claros. Entonces, ¿por qué fue llamada de esta manera? Todo se lo debemos a Petrarca, autor de origen italiano quien, empapado de la incipiente ideología humanista, hace notar una fuerte ruptura con los cánones clásicos grecolatinos a partir del siglo V d.C. y llama al tiempo subsecuente “Edad Media.”

Es durante la Ilustración cuando se retoman las ideas de Petrarca y se les dota de un interesante poder discursivo, tachando a la Edad Media de haber estado plagada de elementos negativos, tales como:la ignorancia, el oscurantismo, fanatismo, violencia e intolerancia. Por esta razón la Edad Media es en muchos casos ignorada por los estudiosos de este periodo, quienes buscan aprender y hasta cierto punto imitar a los enaltecidos griegos y romanos de la Etapa Clásica.
En resumen, la Edad Media comienza a ser vista como una pausa en el desarrollo de la humanidad, un gran vacío que separa a los modernos de los clásicos y que fue dominado por la barbarie. No fue sino hasta la llegada del Romanticismo cuando los estudiosos voltearon a ver a la Edad Media desde otra perspectiva, muy diferente y en algunos casos opuesta a la difundida por los ilustrados.
Ellos veían en el medioevo una era en la que surgen y se aquilatan los valores cristianos, nace el amor cortés, los modales, historias épicas de héroes diferentes a las de los griegos y un imaginario colectivo digno de ser estudiado a profundidad. Finalmente, es destacable que con la llegada de la Escuela de los Annales y el final de la Segunda Guerra Mundial, las maneras de pensar y hacer Historia cambian drásticamente, por lo que surge la imperiosa necesidad de preguntarse cómo debe hacerse y cuáles deben ser los principales enfoques. Muchos de los principales representantes de esta escuela y sus respectivas generaciones buscarán respuestas en la Edad Media, dando como resultado una forma totalmente diferente de aproximarse a los estudios medievales y una serie de obras que hoy en día son consideradas canónicas en la enseñanza de la Historia, tales como Los reyes taumaturgos de Marc Bloch y El nacimiento del Purgatorio de Jaques LeGoff.

Ahora bien, responder a la pregunta con la que inicia este ensayo con una definición exacta de un periodo comprendido entre dos fechas resultaría enormemente simplista y, lo que es peor, contradictorio. No sería posible otorgar una fórmula que nos permita diferenciar lo considerado medieval de lo antiguo o de lo moderno, pero sí nos es posible encontrar ciertos elementos que, en mayor o menor medida se encontraron presentes a lo largo de la Edad Media y que, dependiendo del enfoque con el que se quiera estudiar, nos faculte para distinguirla de otras edades. Sin importar la teoría que se siga, suelen buscarse rupturas para hablar de diferentes etapas y, en vista de que existen todo tipo de quiebres (ideológicos, económicos, sociales, políticos, tecnológicos…), la gama de criterios es sumamente amplia. Aún así, existen algunas opciones mucho más populares que otras.
En el caso de lo político y social, la Caída del Imperio Romano de Occidente es uno de los hechos más relevantes, por lo que en ese caso suele adoptarse la manera tradicional de dividir la historia. Por otro lado, en el ámbito de lo económico encontramos un fenómeno muy interesante, ya que autores como Henri Pirenne destacan un importante cambio geopolítico, cuyo eje se encontraba en el Mar Mediterráneo y dependía totalmente del comercio marítimo. Sin embargo, con la llegada del Imperio Carolingio, el nuevo eje tendría que situarse en espacio continental, perdiendo el control del antes mencionado mar ante los musulmanes y forzando a la sociedad a buscar nuevas alternativas; empero, el Imperio Carolingio nace hasta el siglo VIII d.C., por lo que la Antigüedad se ve extendida unos cuanto siglos, denominados generalmente “Antigüedad Tardía”. Algo similar sucede con la aproximación marxista, según la cual la ruptura que define a la época es la del abandono de la esclavitud y la adopción del sistema feudal, también alrededor del siglo VIII d.C. De acuerdo con estas dos posturas, la Antigüedad se vería prolongada por tres siglos, sin embargo, existen posturas en las cuales sucede lo contrario, es decir, sitúan el inicio de la Edad Media antes de la Caída del Imperio Romano. Si nos decantáramos hacia la ruptura ideológica, habríamos de remontarnos hasta el siglo III d.C. momento en que Constantino I legaliza el cristianismo católico y que, unas décadas más adelante, Teodocio I oficializaría como única religión del Imperio, marcando así una notable relación de la Iglesia con el Estado que podríamos rastrear durante toda la Edad Me

Conclusión
A pesar de que existen diversos postulados sobre la manera en que debe ser dividida la historia, ninguno de ellos se lleva a cabo de forma arbitraria, ya que se basan en profundas investigaciones y cada uno sigue una teoría de la historia diferente, por lo cual o es correcto o incorrecto elegir una u otra opción, siempre y cuando existan los fundamentos pertinentes para marcar en determinado punto el fin de un periodo y el inicio de otro. Para lograr esto de manera óptima, es esencial delimitar cuál es el objeto de estudio y desde qué enfoque será visto, ya que esto guiará y definirá gran parte del proyecto que se tenga en mente.

Bibliografía
- Hegel, Wilhelm Friedrich, Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal (Edición abreviada que contiene: Introducción, Mundo Griego y Mundo Romano, Editorial Tecnos, Madrid, 1980.
- Le Goff, Jaques, ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?, Fondo de Cultura Económica, México, 2016.
- Pirenne, Henri, Historia social y económica de la Edad Media, México, Fondo de Cultura Económica, México, 1975.
Referencia de las imágenes
- https://www.cultura10.org/romana/caida-del-imperio/
- https://www.correodelmaestro.com/publico/html5102017/capitulo3/batallas_historicas.html
– El Erudito
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