Todo el mundo conoce el horror de los campos de exterminio alemanes, donde millones de judíos (en su mayoría), pero también gitanos, Testigos de Jehová, homosexuales y prisioneros políticos diversos murieron y fueron torturados y los que sobrevivieron pueden contarlo pero con gran pena y en muchas ocasiones, culpabilidad por haber sobrevivido. La culpabilidad del superviviente fue una de las principales secuelas de quienes pasaron por los campos y más si se ocupaban ciertos cargos.

¿Qué cargos? resulta que en estos campos existía cierta jerarquía y en función de la utilidad, los prisioneros eran utilizados para cumplir ciertas tareas: estaban los Kapos, jefes de las unidades de los campos y que a cambio de más comida y otros privilegios, eran capaces de abusar del resto de prisioneros y no eran bien vistos por ellos: se les temía y odiaba y muchos no acabaron bien, ya sea linchados por quienes habían sufrido su tiranía o juzgados y condenados en los juicios que siguieron tras la guerra.
Pero había otro tipo de prisioneros, asignados a una tarea más baja e incluso secreta que los nazis se esforzaron en ocultar, pero siempre quedó alguien que vivió para contarlo: los Sonderkommando.
¿Quiénes eran y a qué se dedicaban? Los Sonderkommando eran la unidad de prisioneros que se encargaban de conducir a los presos a las cámaras de gas y más tarde, cuando ya habían sido asesinados, tenían que recoger los objetos de valor que portasen, sacarlos de la cámara para quemarlos en el crematorio y limpiar la cámara para la siguiente remesa de infortunados que fueran seleccionados para morir allí.

Normalmente los Sonderkommando tenían unas condiciones similares a los Kapos: mejor comida y abrigo y dormían en barracones separados del resto, pero su durabilidad era breve. Al cabo de unos meses iban siendo eliminados por los nazis antes que ser transferidos a otra unidad de trabajo para evitar los testimonios que salieran de allí. Otros eran transferidos a otros campos y podían ejercer la misma tarea o acababan en otra.
Quienes conocían la tarea de los Sonderkommando fuera de la unidad, lejos de comparecerse de estos, solían odiarlos porque se encargaban de conducir a la muerte y saquear a sus familias, de hecho Primo Levi hace esta observación de ellos en su obra Los hundidos y los salvados:
“Nada semejante ha ocurrido nunca, ni habría sido concebible, con las demás categorías de los prisioneros; pero con ellos, con los «cuervos del crematorio», las SS podían cruzar las armas, de igual a igual, o casi. Detrás de este armisticio podemos leer una risa satánica: está consumado, lo hemos conseguido, no sois ya la otra raza, la antirraza, el mayor enemigo del Reich Milenario. Os hemos abrazado, corrompido, arrastrado en el polvo con nosotros. También vosotros como nosotros y como Caín, habéis matado a vuestro hermano. Venid, podemos jugar juntos.”
Debido a la reputación que se tenía de ellos y la escasa esperanza de vida, puede creerse a simple vista que apenas se sabe de ellos y lo poco que se sabe es por lo que se difundía, pero hoy en día hay gente que pudo sobrevivir para contarlo como es el caso de Shlomo Venezia (1923-2012), que ha dejado por escrito uno de los mejores y más precisos testimonios en primera mano sobre este “oficio”.

Venezia era un judío sefardí de Salónica que acabó en Auschwitz y sirvió como Sonderkommando, siendo afortundado de ser transferido a otros campos, pero que siempre vivió con la marca de haber sido uno de esos “cuervos” que definía Levi. En su libro Sonderkommando cuenta su testimonio, absolutamente desgarrador y nos permite conocer más a fondo cómo eran las tareas de esta unidad. Ahora, debo advertir que no es un libro apto para sensibles y no es para menos, pues lo que se cuenta es devastador.
Hoy en día la historiografía nos permite recuperar ese testimonio y aunque se sabe relativamente poco, hemos podido conocer la historia de los Sonderkommando, si no a fondo, al menos en un contexto generalizado, ya que los nazis, de no ser por los pocos supervivientes que dejaron (tal y como fue el caso de Venezia), nos habríamos quedado con la injusta y sesgada definición de Primo Levi.
Aquí se puede ver una entrevista que el periodista Iñaki Gabilondo hizo a Shlomo Venezia. Debo avisar que Venezia habla ladino, el español que hablan los judíos sefardíes y que han conservado durante siglos, pero por lo general se le entiende bastante bien.
Si os interesa la II Guerra Mundial y más concretamente, desentrañar la historia de los campos de concentración y exterminio, por muy dolorosa que sea, aquí tenéis una breve información sobre una de las unidades menos conocidas y que aún hoy en día siguen teniendo esa oscura reputación.
-Alex DeLarge
Si quieres conocer otros trabajos de este autor, puedes leer alguno de sus siguientes artículos:
Tribulaciones del historiador eurocentrista
¿Es correcto revisionar la historia?
(Reseña) El gran delirio – Norman Ohler
BIBLIOGRAFÍA:
LEVI, PRIMO, Los hundidos y los salvados, El Aleph, 1986
VENEZIA, SHLOMO, Sonderkommando, RBA, 2010