Cuando pensamos en los movimientos artísticos mexicanos del siglo XX, surgen nombres de sobra conocidos como Rivera, Siqueiros, Orozco o Kahlo, incluso personajes no tan prominentes como María Izquierdo o Ángel Zárraga disfrutan de una mayor fama que otros agentes culturales que fueron claves para el desarrollo plástico por el cuál nuestro país es valorado. Uno de ellos fue Adolfo Best Maugard que, aunque el nombre no nos dé pista de eso, es más mexicano que el chile.
Artista plástico, estudioso del dibujo, profesor de arte, director de cine, camarógrafo, escritor, pensador y promotor de la cultura mexicana, son algunas de las áreas en las que Best Maugard no sólo incursionó, sino también destacó y estableció tendencia en la nueva pedagogía artística.
Tomaría bastante tiempo ( y caracteres) para describir todas las facetas de este artista, por lo que he decidido presentarlo en cinco momentos emblemáticos que experimentó durante su carrera. Una probada, antes del plato principal.
Un caballero defensor de lo mexicano hacia el mundo
Best Maugard, conocido por sus amigos como “Fito Best”, pertenecía a la élite favorecida por el gobierno porfirista y era descendiente de raíces inglesas y francesas. Probablemente a causa del hartazgo de ver a Europa como modelo de belleza y civilización, Adolfo buscó incansablemente apropiarse de “lo mexicano” y promoverlo en escenarios internacionales a través de sus múltiples contactos.
Ejemplo de ello fue su participación con la bailarina rusa Anna Pavlova para la realización de su Fantasía Mexicana, una serie corta de bailes folklóricos en la que el Jarabe Tapatío tiene un participación central. Best Maugard diseñó los decorados y vestuarios además de intercambiar ideas con la bailarina para su performance.
El resultado fue una estremecedora presentación en el Teatro Abreu el 25 de enero de 1919 y causó fascinación entre los espectadores. La bailarina mexicana Josefina Lavalle, comentó acerca de este acontecimiento:
“Cuando Madame Pavlova bailó nuestro Jarabe Tapatío en punta, nos hizo dar cuenta, a todos los que estábamos en la audiencia, de cuán elegantes y bellos pueden ser los bailes populares de nuestro país.”

Un promotor de la inversión extranjera a través de la palabra
Una de las relaciones más fructíferas que Best Maugard cosechó fue la que tuvo con la periodista estadounidense Katherine Anne Porter. En sus múltiples viajes a México, tuvo contacto con los artistas de la época, entre ellos Fito Best, el cual había desarrollado un método artístico basado en el uso de antiguos diseños aztecas encontrados en templos, orfebrería, cerámica, etc. compilándolo todo en un libro titulado Método Best.
Esto inspiró a Porter a realizar un ensayo fotográfico para la Magazine of Mexico (de la cual era directora general) encabezado como “Mexican Artists Interprets Mexico” el cual tenía el objetivo de incentivar la inversión extranjera por parte de empresas norteamericanas hacia México. En este proyeto se muestran escenas costumbristas, fotos de barrios ampliamente conocidos, retratos tanto de burgueses como proletarios e imágenes consideradas típicas como un niño con sombrero o un jinete vestido de charro.

Aportaciones al vocabulario de las artes y la vida cotidiana
Best Maugard perteneció a un momento de transición entre el mundo análogo y la modernidad. En la primera mitad del siglo XX, el eje del arte hacia Europa como centro de la expresión artística, poco a poco fue perdiendo protagonismo y ahora el territorio americano tenía la atención de los creadores.
Esto alentó a Maugard a conformar un nuevo estilo de dibujo basado en los diseños prehispánicos y las artes populares mexicanas que también derivó en un método pedagógico. Método de dibujo. Tradición, resurgimiento y evolución del arte mexicano, resultó ser la propuesta oficial no sólo para aprender a dibujar, sino también para aprender a ver. Construyó un alfabeto visual de siete elementos extraídos de las raíces mesoamericanas, las cuáles él consideraba como “la génesis del dibujo mexicano.” La constante práctica de estos símbolos, daba oportunidad al dibujante de ir avanzando en complejidad y ver sus creaciones tanto en papel como en objetos de uso común como muebles o juguetes.

Censor de la imagen hablada: el cine
Nuestro querido Fito Best no limitó su trabajo solamente a las artes plásticas, sino que tuvo interesantes incursiones en el mundo cinematográfico. Su primera colaboración relevante fue al convertirse en censor de la película de Sergei Eisenstei, ¡Qué viva México! posición que le permitió ayudar al director ruso a retratar con mayor fiabilidad cultural algunas de las escenas y costumbres del territorio mexicano, además de aportar nuevas perspectivas compositivas gracias a sus fotografías y la participación de otros artistas como el muralista Roberto Montenegro.
Dicha experiencia lo motivó a en 1933 crear su primer documental Humanidad que lo hace debutar como cineasta. El tema principal era retratar la gestualidad de los individuos y de ser posible, divulgar las actividades de beneficencia por parte del gobierno. Fue recibido con gran clamor y elogios como los externados por el pensador Manuel Rodríguez Lozano:
Es una película mexicana en la que Best cuaja verdaderos trozos de belleza sin sofisticar, sin ese sentido de falsedad y convencionalismo que generalmente tienen las películas norteamericanas.

Filosofía a través del retrato
Posterior a su trabajo cinematográfico, Best Maugard regresa a la pintura de caballete pero con el firme objetivo de plasmar su pensamiento filosófico mediante la realización de retratos. Se dedicó a inmortalizar a personajes emblemáticos de la sociedad mexicana como el Dr. Atl, la actriz Dolores del Río o al caudillo Emiliano Zapata.
No obstante estos no son retratos naturalistas, son rostros que miran de frente apelando así a la mirada del espectador, acompañados de un fondo neutro que hace alusión a la espiral del tiempo, elemento teosófico que marcará pauta en los próximos años de su carrera. Sus pinturas pretenden con esos ojos enormes, “mirar lo no mirado”, lo trascendente e inmaterial tanto del que observa como del observado.

Como vimos hasta ahora, Adolfo Best Maugard fue un admirador de lo que él consideraba “Lo mexicano” y se dedicó a promoverlo por lo que es posible que el imaginario extranjero acerca de México sea en gran medida gracias a él. En un momento histórico donde todos veían a Estados Unidos como la nueva potencia artística, hubo un hombre que apostó por la sensibilidad, colorido y riqueza de la cultura mexicana, tanto así que desarrolló un nuevo lenguaje universal a partir de las raíces particulares de una región.
– Momo
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Un comentario sobre “Los cinco momentos de Adolfo Best Maugard”