Datos que no conocías pero necesitas saber.
Los mandatarios que parecieron inquebrantables, en su momento padecieron males que a más de uno les costó la vida y a otros sus dolencias no sobrepasaron la investidura presidencial. En este breve recorrido clínico y mortuorio se conocerán parte de los males incurables de los presidentes de México del siglo XX.
Porfirio Díaz
Empecemos por el general Porfirio Díaz que, aunque estuvo 30 años ocupando la silla presidencial, al menos en el ocaso de su mandato padecía severos dolores de muelas, específicamente por una rota. Aunque en la actualidad es un padecimiento que puede arreglarse con una visita al dentista, para principios del siglo XX los problemas bucales eran más complicados de mitigar, tanto así que el longevo presidente sufrió todo tipo de dolencias en sus dientes. Tal parece indicar que todo se debía a la poca higiene vocal del general Díaz, ya que también presentaba llagas que para sanar era necesario aplicar Licor de Polo y ligeras cantidades de opio. Para el fin de su mandato y en medio de la Revolución Maderista, el presidente Díaz padecía sordera. Después del exilio radicó sus últimos años en París, donde ya desgastado por la edad, comenzó a padecer problemas arteriales que provocaron que perdiera movilidad motriz, quedando postrado cama hasta fallecer el 2 de julio de 1915.
Sucesores de Díaz
La muerte sorprendió a Francisco I. Madero a las afueras del Palacio de Lecumberri, víctima del golpe de estado en su contra enmarcado en la llamada Decena Trágica. Su autopsia reveló que el difunto de 39 años de edad padecía hipertensión arterial.

El sucesor de Madero – sin contar la brevísima presidencia de Pedro Lascuráin – el general jalisciense Victoriano Huerta padecía de un severo alcoholismo, vicio que no fue nada secreto para sus detractores. Posterior a su espuria presidencia Huerta fue exiliado, rondando por Jamaica, Gran Bretaña y Estados Unidos, donde prepararía otro golpe de estado esta vez financiado por los alemanes. Pese a sus planes imperialistas, fue preso en una cárcel de El Paso y posteriormente puesto en libertad por su mal estado físico. Iniciando el año de 1916 Victoriano Huerta fue sometido a una cirugía vesicular. Esa no fue la primera intervención quirúrgica que padeció el expresidente, sino la cuarta y además todas realizadas sin anestesia – al parecer tenía un miedo irracional a ser traicionado durante el proceso -. En ésta se le detectó una posible cirrosis tóxica. A partir de allí la

salud del general se deterioró, teniendo altibajos y recuperaciones leves, hasta que finalmente cayó en un coma para morir a los 65 años. El cuerpo de Huerta descansa en el cementerio de Evergreen en El Paso, siendo imposible su regreso a México no tanto por su deshonrosa actuación en la política nacional, sino por que sus restos pertenecen al estado de Texas.
Venustiano Carranza
El presidente Constitucionalista Venustiano Carranza al parecer fue un roble en cuanto a salud, solamente padeció en la adolescencia problemas de la vista. Su trágico fin ocurrió en una petimetre choza en el poblado de Tlaxcalantongo, bajo una lluvia de balas producidas por sus ex subordinados o acaecida por un supuesto suicidio.


Álvaro Obregón
Otro de los protagonistas de la Revolución Mexicana fue Álvaro Obregón, que había perdido un brazo en la Batalla de Celaya cuando disputaba la plaza contra fuerzas villistas. Supo reponerse de la tragedia y volverse uno de los hombres fuertes de la política revolucionaria. El diagnóstico a primera vista era su

evidente carencia de brazo derecho, y una notable obesidad. Una vez reelecto para ocupar la presidencia de México entre 1928 a 1932 fue asesinado por un fanático religioso en el famoso restaurante de La Bombilla en la Ciudad de México. La autopsia señala 13 impactos en diferentes partes del cuerpo.
Plutarco Elías Calles
El proclamado Jefe Máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles correría mejor suerte que sus antecesores al no morir acribillado, pero al presentarse la vejez comenzó a padecer una serie de

problemas renales y biliares, que atendía en el extranjero y con médicos de confianza. La última cirugía fue en octubre de 1945, – tenía ya 68 años – siendo el hígado el órgano más afectado; una semana después, producto de esa intervención se presentó una hemorragia interna que le provocaría la muerte.
Pascual Ortiz Rubio
Uno de sus notables – o nimios – subordinados en el periodo conocido como Maximato fue el licenciado

Pascual Ortiz Rubio, quien contendió por la presidencia respaldado por el Partido Nacional Revolucionario contra el ex rector de la Universidad Nacional José Vasconcelos. La elección estuvo repleta de irregularidades, dándole la victoria al candidato del PNR, quien en su toma de protesta realizada en el Palacio Nacional sufrió un atentado. El presidente Ortiz Rubio al salir de Palacio Nacional en un Cadillac recibió seis disparos, uno de ellos rozó por su mejilla derecha provocándole una herida facial de por vida. El hecho destruyó la carrera política y moral del recién electo Jefe de Estado, que padeció sicosis por el atentado.
Lázaro Cárdenas
De Lázaro Cárdenas podría decirse que también tuvo salud de roble. Desde su inicio como mandatario conservó su costumbre provinciana de desayunar fruta, huevos y café después de nadar en una piscina de agua fría, así como montar a caballo y realizar largos recorridos a las comunidades más desprotegidas, viviendo 75 años hasta que fue víctima de cáncer en la sangre producido probablemente por un lunar melanoma ubicado en la comisura labial.
Manuel Ávila Camacho

Manuel Ávila Camacho, el último militar en ocupar la presidencia, sobrevivió a un atentado dentro de Palacio Nacional. El atacante resultó ser un teniente militar religioso, y gracias a que el presidente usaba un chaleco antibalas el disparo no le lastimó en lo mínimo. Sobre Miguel Alemán tampoco hay muchos detalles respecto a su salud durante su presidencia y por suerte no sufrió atentados. Falleció a los 83 años víctima de un ataque al corazón.
Adolfo Ruiz Cortines

Adolfo Ruiz Cortines es de los presidentes más longevos; tenía 63 años cuando ocupó el cargo el 1 de diciembre de 1952 y semanas después fue sometido a una apendicectomía de la que se recuperó satisfactoriamente. El estado de salud del presidente se mantuvo en secreto, siendo operado en el interior de su domicilio, probablemente para no alarmar a la opinión pública de un mandatario enfermo que apenas tomaba funciones.
Adolfo López Mateos

El carismático Adolfo López Mateos quien pasó gran parte de su sexenio en giras presidenciales, además de ser fumador activo padecía fuertes dolores de migraña que curaba con puñados de aspirinas. En noviembre de 1965, se le diagnosticaron siete aneurismas intracraneales. Pronto se le paralizó el párpado izquierdo y perdió la visión de ese ojo. Poco a poco empezó a perder movilidad de su cuerpo, hasta caer en coma en 1967, permaneciendo así dos años más hasta su muerte en 1969.

Es el expresidente que murió más prematuramente finalizando su mandato, por causas naturales evidentemente.
Gustavo Díaz Ordaz y sus sucesores
Gustavo Díaz Ordaz fue operado de un desprendimiento de retina del ojo derecho – supuestamente después de haber recibido una fuerte cachetada de Irma Serrano -. Tuvo asma bronquial y padeció cáncer de colon que terminó con su vida en julio de 1979. Su sucesor Luis Echeverría, continúa entre nosotros con la saludable edad de 99 años, únicamente con padecimientos renales e infecciones respiratorias que han sido controladas. José López Portillo, otro de los que durante su sexenio mantuvo su salud estable, padeció diabetes y hasta 1994 que sufrió un infarto cerebral dejándolo hemipléjico y falleciendo de una neumonía en el año 2004.
Sobre Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo no hay mucho que decir respecto a su salud, salvo el último que se sometió a una microcirugía en la rodilla derecha por jugar tenis con un atleta profesional. El primer presidente del nuevo milenio y primer panista, Vicente Fox llegó a padecer depresión durante su mandato, siendo todavía un secreto a voces su gran dependencia a tomar antidepresivos y al respaldo de su esposa Marta.
Este texto concluye con el humilde aporte de demostrar lo mortales que pueden ser los que parecen inmortales y sobre la importancia de cuidar la salud. Usemos todos cubrebocas.
Asterión
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