
Para este artículo tomo el título del extraordinario libro de Rodrigo Moreno Gutiérrez, que tan bien analiza el Plan de Iguala y su desarrollo.
A doscientos años de la consumación de la independencia son oportunas algunas reflexiones sobre este movimiento que, de manera muy eficaz, logró la independencia de nuestro país.
Puntos a considerar
La primera; es la aclaración que el movimiento dirigido por Agustín de Iturbide no tuvo ninguna relación con el movimiento de inicio de la independencia de 1810. Éste, bajo el liderazgo de Miguel Hidalgo e Ignacio Allende y continuado por Ignacio López Rayón y José María Morelos fue derrotado en 1815, quedando algunos grupos guerrilleros a la orden de Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Pedro Ascensio, Nicolás Bravo y Manuel Mier y Terán.

Cabe mencionar que en 1817 apareció Javier Mina con un plan que no tenía nada que ver con el mencionado de Hidalgo y compañía. El proyecto de Mina, estaba más enfocado a un asunto interno español contra Fernando VII, que si bien contribuía a la independencia no tuvo muy claro sus influencias inglesas y estadounidenses.
La segunda es que, de manera enfática, el Plan de Iguala hablaba de una independencia total con respecto a España. La tercera es que, de ninguna manera, existió el liderazgo ideológico de la conspiración de la Profesa; aunque Iturbide participó en sus reuniones no marcó el sentido reaccionario que se le ha querido dar al Plan de Iguala. Este plan tuvo su personalidad propia.
¿Cuál era el papel de Fernando VII?

Es importante aclarar que, el hecho de proponer como emperador a Fernando VII o a alguno de sus hermanos o en su defecto a algún miembro de casa real europea y que, equivocadamente, algunos detractores de Iturbide lo consideran como en mantenimiento del dominio español.
En las monarquías decimonónicas se pensaba que entronizar a un personaje extranjero pero con el apoyo de una potencia podía ser una buena solución para el mantenimiento de el régimen monárquico. Ejemplos de esto son el caso de Maximiliano de Habsburgo, para gobernar México y el de Amadeo I de Saboya como rey de España en 1871. La reina Isabel II de Inglaterra es reina de Canadá y dicha corona no implica que Canadá pertenezca a Gran Bretaña o bien que está dominado por ese país, ni que deje de ser absolutamente independiente.
Situación en 1821

Para 1821, tan se consideraba pacificado el país que los planes de defensa por parte de Madrid se enfocaban a América del Sur. La Nueva España ya se consideraba “salvada”. Entendiendo que esa era, solamente, la visión trasatlántica; en la Nueva España la gente estaba harta de la guerra que se había mantenido por más de diez años, respetando las consideraciones de altibajos temporales y de ubicaciones geográficas.
Hubo regiones, como Yucatán, por ejemplo, que no tuvieron ningún movimiento militar de importancia, tan es así que los grupos dominantes en esta capitanía no veían con buenos ojos la independencia ya que su subsistencia se basaba en el comercio con Cuba. Otro tanto se puede decir del noroeste del virreinato, zona que vio pasar todo este proceso sin participar en él de una manera dinámica.

En la sociedad del centro del país se encontraban bien definidas dos tendencias políticas; una la de la permanencia en España, apoyada por los peninsulares y la alta oligarquía criolla y la otra, compuesta básicamente por el resto de los criollos que buscaban, ya sea la independencia total o bien, una mayor autonomía.
El regreso de España y sus colonias al constitucionalismo bajo un esquema liberal, producto de la rebelión de Riego, fue un factor importante que abrió la oportunidad para los peninsulares y criollos empoderados de tratar de asegurar su status quo separándose de la Madre Patria bajo un esquema conservador y, al mismo tiempo, abrió una excelente oportunidad para el resto de los criollos de liberarse de la tutela peninsular para poder acceder a puestos y negocios que les estaban vedados.

A esto hay que agregar el efecto de imitación que existía por la independencia de los Estados Unidos que ya era bien conocida. También debemos mencionar con el mismo fin: la independencia de Haití.
Entra en acción Agustín de Iturbide
Quien detectó esta situación fue Iturbide y concibió, estructuró y organizó de manera muy inteligente el Plan de Iguala, asegurando la cooperación del grueso del ejército realista y de los poderes fácticos del virreinato: el clero, los peninsulares, la alta oligarquía criolla y también el resto de los criollos pertenecientes a un estatus social más bajo.

No olvidó al resto de la población, específicamente los originarios de África, al ofrecerles lo que nunca habían tenido: la igualdad ciudadana.
El plan era ideal. Obviamente no todo el mundo estaba de acuerdo: el virrey, los principales jefes militares españoles, el alto clero y, por supuesto, los grandes ausentes, entiéndase el gobierno de Madrid y los comerciantes peninsulares.
Empero, Iturbide trató a través de cartas de sumar a la mayoría de ellos a su plan a su plan. La labor epistolar del futuro libertador, nombrado el 9 de noviembre de 1820 por el virrey Juan Ruiz de Apodaca, comandante general del sur; desde su cuartel de Teloloapan, fue muy extensa.

Le escribió al Virrey, a Vicente Guerrero, al Arzobispo y, obviamente a los mandos militares, tanto aquellos que sabía que no simpatizaban con la independencia como a los que si y que no tenía a la mano, como Luis Quintanar, Anastasio Bustamante, Pedro Celestino Negrete, Vicente Filisola, Luis Cortázar, Joaquín Parres, Miguel Barragán y otros.
Por supuesto a los mandos del gobierno les escribió cuando ya tenía la certeza del apoyo del ejército, por lo menos de la mayor parte del mismo.
La labor del peninsular Pedro Celestino Negrete como promotor del plan fue vital para el exitoso desarrollo del movimiento. El compadre de Agustín, Juan Nepomuceno Gómez de Navarrete, abogado y diputado a Cortes por Valladolid, fue otro alfil, enfocado a aprovechar sus relaciones con el mundo civil quien, al igual que Negrete, fue encargado de promover las ventajas de esta forma de independizarse.
Como lo explica muy bien Moreno Gutiérrez: se tejió una red, algo muy lejano a una pirámide jerárquica fue lo que le dio vida al proyecto independista.
Acciones militares en 1821

Entre el 24 de febrero y el 27 de septiembre de 1821, se llevaron a cabo acciones militares de importancia, unas violentas y otras no. A veces se ha considerado, de manera errónea e imprecisa, que este movimiento fue un simple golpe de estado sin derramamiento de sangre y que la toma del poder por parte del Ejército Trigarante fue un paseo.
Nada más lejos de la realidad, pues Tepeaca, Acapulco, Valladolid, Tetecala, Ixmiquilpan, Orizaba, Córdoba, Tenancingo, Tlaxcala, Huajuapan, Arroyo Hondo, Zinacantepec, Puebla, Veracruz y Azcapotzalco, corresponden a los principales hechos de armas que se tuvieron que realizar para inclinar la balanza a su favor.
El desenlace independentista
Para junio de 1821 el dominio español en la Nueva España estaba prácticamente liquidado. Con la llegada de O´Donojú que conjuró el ilusorio intento de golpe por parte de Novella, se selló la suerte de lo que nacería como México. El 27 de septiembre de ese año el Ejercito Trigarante entraría triunfal en la Ciudad de México, instaurando lo que sería el Imperio Mexicano.
Hasta esta fecha en todo le fue muy bien al movimiento; sin embargo, el tiempo le mostró que las cosas no saldrían como lo planeado. El gobierno español nunca aceptó esa independencia amigable, lo que llevó a cabo a que los peninsulares retiraran su apoyo a Iturbide,.
No se tomó en cuenta de manera importante a los insurgentes de 1810, generando un grupo resentido, no se tenía el concepto de una economía pública moderna, la masonería proyanqui hizo su aparición en las personas de Poinsett y de Santa María y el gobierno imperial le dio más importancia al boato que al gobierno. Cierto, pero ya México era independiente como resultado del Plan de Iguala.