Efemérides: 26 de abril de 1865. Muerte del asesino de Abraham Lincoln, John Wilkes Booth, a manos de soldados de la Unión.

Homicidio de Lincoln

La noche del 14 de abril de 1865 comenzó de forma habitual para Abraham Lincoln, el décimo sexto presidente de los Estados Unidos. Partió hacia el Teatro Ford en Washington D. C., donde tenía previsto asistir junto a su esposa a la obra «Our american cousin» (Nuestro primo americano).

A las diez y cuarto aproximadamente, en mitad del tercer acto, sonó un disparo en el teatro que resultó ser el arma que mato al presidente con una bala en la parte posterior del cráneo.

El asesino fue John Wilkes Booth, que después del disparo saltó del palco que le costó una ruptura del peroné. Luego gritó “¡Sic semper tyranis!” (¡Así siempre a los tiranos!). Otros afirman que también dijo que el sur había sido vengado. Después se marchó mientras alguno de los presentes trataba de detenerle sin éxito.

Horas después de la muerte del presidente, se estableció una recompensa de 100.000 dólares por el asesino y se inició una gigantesca operación de búsqueda por toda la región.

El mismo asesino dejó constancia de esta persecución en su diario: «Después de ser perseguido como un perro por pantanos, bosques y la noche pasada ser perseguido por lanchas cañoneras hasta que me obligaron a regresar, calado, helado y hambriento y teniendo a todo el mundo contra mí, estoy aquí en un estado de desesperación».

El andar de Wilkes Booth

Esa misma noche, el magnicida se encontró con David Herold (otro de los conspiradores). Ambos hicieron su primera parada horas después en una posada ubicada a 20 kilómetros de Washington que estaba regentada por Mary Surratt, también partidaria de la causa sudista. Arribaron a su destino a eso de la medianoche y, como estaba previsto, hallaron en el lugar todo tipo de vitales provisiones para continuar su huida.

Booth tenía que ver a un médico, pues su pierna había quedado muy dañada a causa de la caída. Al final, ambos hallaron una extraña solución, se presentaron en la clínica del doctor Samuel Mudd con una curiosa historia que no levantó sospechas. «Mientras cabalgaba a toda velocidad, el caballo de Booth se ha caído sobre él y tiene la pierna rota», afirmó Herold. El engaño salió a pedir de boca, pues el galeno se prestó a tratar y vendar la herida. Tras descansar unas horas, salieron de allí a toda velocidad.

Después de cruzar el Potomac se dirigieron hacia una granja ubicada en Bowling Green que era propiedad de un tal Jack Garrett. Alguien que los había visto cruzar el rio informó al 16º Regimiento de Caballería de Nueva York.

Fin de la persecución

Mientras descansaban en el establo, los soldados de la Unión llegaron a la vivienda con ansias de venganza. Al frente de la unidad se destacaba el teniente Edward P. Doherty quien, después de preguntar a Garrett sobre sus dos improvisados «inquilinos», le ordenó dirigirse hacia la puerta del edificio que usaban para esconderse y que les instara a rendirse. Garrett dijo a los dos hombres que los soldados prenderían fuego al establo si no se rendían.

Booth estaba resuelto a combatir, pero parece que su compañero no demasiado, pues el magnicida permitió a Herold salir y entregarse a las autoridades. «Hay un hombre aquí dentro que está deseando rendirse», afirmó. Mientras, él preparaba sus armas.

El teniente no pretendía, ni mucho menos, ordenar a sus hombres que entrasen fusil en mano. Y es que, aunque estaba seguro de que era la forma más rápida de acabar con el magnicida, también sabía que pondría en peligro la vida de muchos de sus hombres.

Muerte de Wilkes Booth

Al final, Doherty ordenó a Garrett que apilase follaje alrededor del establo en el que se escondía Booth y le prendiese fuego para obligarle a salir de allí. Para entonces los soldados de la Unión se habían rendido al nerviosismo y la ansiedad cuando un disparo resonó por toda la granja y, tras él, cayó a plomo el cuerpo del magnicida. La bala, al parecer, salió del revólver del sargento Boston Corbett, quien atacó por la espalda al criminal. Según explicó después, no dudó en darle su justo castigo cuando observó que le tenía a tiro.

Booth no murió por los disparos. Su sufrimiento se extendió durante dos horas más. Falleció a eso de las cinco de la madrugada, tras ser sacado del establo en llamas y después de que se le trasladara al porche de la casa de Garrett. Durante este tiempo, todavía tuvo tiempo de mascullar sus últimas frases: «Digan a mi madre que he muerto por mi país y que… hice lo que creí que era lo mejor». A continuación, y casi con un hilo de voz, dejó escapar dos palabras «Inútil, inútil» y murió.

Tras morir, el cadáver de Booth fue llevado hasta Belle Plaine que lo llevó hasta Washington para practicarle la autopsia.

 

Edri Alexander Crespo Jama

Fuentes:

 

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