Operación Bodenplatte: El canto del cisne de la Luftwaffe

La Luftwaffe alemana siempre luchó sin reservas. Esta es también la razón por la que tenemos pilotos con un número extremadamente alto de victorias. Adolf Galland.

 

El año nuevo es una época donde muchos reflexionamos y buscamos cumplir nuevos propósitos o un nuevo comienzo. En el caso de la Alemania del 1 de enero de 1945, su líder tenía como propósito realizar un golpe perfecto sobre los Aliados en el Frente Occidental, cuyo impacto fuera lo suficientemente demoledor como para poner a los aliados en jaque junto a la ofensiva de las Ardenas.

 

Así fue que se le encargó a la muy desvencijada Fuerza Aérea Alemana un ataque masivo sobre los distintos aeródromos británicos y estadounidenses para destruir su aviación en tierra y recuperar el dominio del aire, espacio que los alemanes habían perdido desde hace mucho tiempo. El dictador de orígen austriaco apostó todo a este plan, y su beneficio no solo fue nulo, sino que se llevó bastantes pérdidas.

Para los últimos días de diciembre, la ofensiva de las Ardenas se había estancado y los alemanes ya no tenían el elemento sorpresa de sus primeros días de la última quincena del mencionado mes. Los Aliados habían logrado reponerse en algunos puntos y estaban pasando a la ofensiva en otros, pero esto no detendría la visión de Adolf acerca de la guerra, mientras más se acercaban a su búnker en Berlín, más convencido estaba de sus estrategias, y los planes de un masivo ataque aéreo teutón se venían gestando desde septiembre de 1944, cuando el líder le pidió al General Werner Kreipe que preparara esta ofensiva que podría cambiar el curso de la guerra… como cada una de las ideas de Hitler durante los últimos dos años del conflicto.

Pese a lo irreal que resultaba pensar en que Alemania podría retomar la iniciativa de la guerra, la planeación estuvo calculada con la visión de arrasar los campos aéreos aliados más próximos al frente e incapacitar sus naves y, por tanto, reducir considerablemente su capacidad ofensiva. 2

 

Solo que había un pequeño detalle: Alemania estaba lejos de poder desprenderse de naves y sobre todo, pilotos. De hecho, la situación de la Luftwaffe era realmente lamentable en este punto. La Batalla de Las Ardenas había provocado una sangría considerable en esta facción del ejército alemán: más de 600 bajas entre decesos y heridos en diez días de diciembre eran algo simplemente irreemplazable para la aviación alemana.

 

La Operación Bodenplatte se había ideado para coincidir con la Unternehmen Wacht am Rhein (Operación Vigilancia del Rin) el 16 de diciembre de 1944, pero problemas logísticos y climáticos lo impidieron, siendo aplazada hasta el 1 de enero. Mientras, se reunió una cantidad considerable de aparatos para atacar a los Aliados y, según el plan, cambiar el curso de la guerra o, cuando menos, forzar una negociación. Una opción desde luego irreal, pues los aliados sabían perfectamente que era cuestión de tiempo para lograr la rendición incondicional de Alemania, pero Adolf estaba dispuesto a intentarlo de todos modos. 3

 

Entre 800 y 900 aviones Messerschmitt BF-109G y Fw-190 fueron reunidos para emprender el ataque y fueron armados con una bomba de 250 kilos cada uno. Pero, ¿cuáles eran los objetivos de esta épica operación? Los principales aeródromos aliados estaban ubicados en Bélgica, Holanda y Francia. Si somos capaces de ver el mapa de Europa, podemos entender que la misma idea detrás de esto resultaba por demás disparatada, puesto que el alcance geográfico era lejano y lleno de peligros para los remanentes de la Luftwaffe, que si bien tenía una cantidad considerable de aviones gracias a que 1944 fue el año en el que Alemania más aparatos de guerra produjo, sus pilotos estaban lejos de estar tan bien preparados como al principio de la guerra, pasando de estar meses en la escuela de aviación a tener apenas unas 20 horas de vuelo en promedio para el momento en el que emprendían su primera misión, en el caso de los pilotos más novatos. 4

 

Si bien los aparatos que tenían eran numerosos, también cabe aclarar que resultaría muy difícil sustituirlos en este punto de la guerra, pues las fábricas que no habían perdido, estaban siendo castigadas día y noche por los imponentes bombarderos aliados, que enfrentaban menos resistencia con cada nueva incursión. La situación era realmente adversa, pero la operación se ejecutó aún así, llegando la palabra clave Hermann a los distintos aeródromos germanos en el Occidente, con los números 1.1.45, el 31 de diciembre de 1944, aprobándose el ataque ya planteado. El fin de año y el inicio del nuevo serían el último momento de gran escala de la Luftwaffe, plantando el último clavo en su ya preparado ataúd.

 

Por principio, en una sorprendente capacidad de secretismo, las órdenes fueron guardadas con mucho recelo, para evitar que se filtraran a los Aliados. Fue tan exitoso este movimiento que muchos de los pilotos no sabían lo que se tenía planeado hasta la madrugada del día primero de enero, momento en el que comenzó la operación, pero tampoco los operadores de las baterías antiaéreas. En un momento realmente paradójico, muchos de los aviones alemanes fueron abatidos por sus propios colegas apenas alzaron el vuelo y se dirigieron a las fronteras del que se supondría que sería el Reich de los mil años, pues hacía mucho tiempo que no veían una cantidad tan grande de aviones propios emprender una campaña así, por lo que, de manera lógica, creyeron que se trataba de un ataque enemigo y que era necesario derribarlos. Esto reflejaba perfectamente el estado en que se encontraba el ejército alemán en ese momento; una fuerza desincronizada, incomunicada y hasta paranoica. 5

 

Mientras los pilotos alemanes eran derribados por fuego de su propia nación, Hermann Göring creía que este ataque traería de vuelta parte del prestigio perdido a lo que se supone, era su responsabilidad. La Luftwaffe era cada vez más criticada por su ineficacia y su incapacidad de hacerle frente al enemigo, quedando esto totalmente evidenciado en Bodenplatte. Si bien en un primer momento el factor sorpresa estuvo del lado alemán, pronto los aliados se repusieron del shock inicial y empezaron a provocar pérdidas a los teutones.

 

En el aeródromo de Sint-Denijs-Westrem en Bélgica, los pilotos alemanes tuvieron éxito en destruir varios de los Spitfire sobre tierra, curiosamente piloteados por polacos que estaban aterrizando, pero en cuanto pasó la primer oleada, fueron interceptados los atacantes, quienes sufrieron pérdidas considerables en su vuelo de regreso. 6

 

En Asch, Bélgica, el desastre fue total. Los estadounidenses estaban realizando distintas operaciones de rutina, cuando avistaron a más de 5 decenas de aviones alemanes. La pronta reacción de las baterías antiaéreas provocó los primeros daños, y los P-47 Thunderbolt y P-51 Mustang no se quedaron atrás, perdiendo apenas 4 cazas aliados; en cambio, los atacantes tuvieron una destrucción de 28 de sus escasos pilotos y valiosas aeronaves, dando como resultado un fracaso total en este sitio de la incursión.

 

Casi todos los ataques perpetrados sobre los distintos aeródromos aliados fueron de resultados negativos o desiguales; sin embargo, en Eindhoven, Holanda, fue el ataque más exitoso. La Jagdgeschwader 3 designada para esta operación, bajo el nombre de Udet, completó su objetivo de manera satisfactoria. 7

 

El ataque estaba encabezado por el as Heinz Bär, quien aportó su amplia experiencia para tener éxito sin sacrificar la vida de sus hombres, quien nada más llegar al aeródromo enemigo visualizó una escuadrilla de aviones Typhoon a punto de despegar y, por tanto, desprotegidos. Al notar esto, los cazas alemanes se abalanzaron sobre ellos, destruyéndolos en la pista y encajonando al resto de unidades que buscaban de alguna u otra manera despegar y responder al ataque o, cuando menos, escapar. Sin embargo, la coordinación de los pilotos de Bär fue eficaz y pudieron desatar el infierno durante 23 minutos, 23 minutos en los que la Luftwaffe de antaño se hizo presente por última vez.

 

El balance fue de 16 pérdidas alemanas, quienes infligieron daños muy considerables, 144 aparatos aliados fueron destruidos en su totalidad y 85 requirieron reparaciones para seguir en el combate en el futuro. Gracias al ataque,  6 pilotos aliados y otras 40 personas que se encontraban dentro del aeródromo fueron abatidas, además de haber reportado al menos una centena de heridos. 8

 

Durante Bodenplatte se realizaron entre 900 y 1000 salidas para el ataque, resultando en ese sentido un éxito logístico, pues a pesar de los relativamente pocos aviones y personal disponibles, aún podían coordinarse de alguna manera para una gran incursión, pero esta gran incursión resultó en ser la última para  la Luftwaffe. Por un lado, una buena parte de los grupos de cazas no encontraron sus objetivos, pues o se perdieron o tuvieron poca visibilidad, dos elementos que no son de extrañarse por las condiciones climáticas tan adversas del invierno y también por lo verdes que estaban la mayoría de los pilotos alemanes que participaron en la operación.

 

Además de la pérdida de aviones, muchos de los ases que aún tenían los alemanes resultaron abatidos, siendo este el verdadero golpe mortal para la fuerza aérea alemana. Sin este personal experimentado, no podían instruir a los más jóvenes, perdiendo una capacidad de lucha irremplazable para Alemania. Los Aliados procuraban turnar sus ases entre el frente y la enseñanza tras las líneas, lo cual daba un respiro a sus fuerzas y permitía que instruyeran a los novatos, lo cual benefició a sus pilotos. En cambio, para el tercer imperio alemán esto no era una opción debido a las constantes pérdidas de personal que sufrían, razón por la cual sus ases ya eran personas con una gran experiencia, pero que por lo duro del conflicto, el ejército no podía darse el lujo de poner a sus mejores soldados detrás de la línea del frente. 9

 

Aunque varios de los aviones enemigos fueron destruidos en Tierra y hubo una reacción tardía en algunos casos, las pérdidas sufridas por los Aliados no fueron tan graves o determinantes, quienes tuvieron 450 aparatos inutilizados y/o destruidos. Por ejemplo, EEUU en 24 horas podía sustituir parte de la flota perdida y en menos de dos semanas estaban totalmente operativos de nuevo todos los aeródromos afectados. En cambio, para los alemanes cada avión derribado, cada nave capturada o cada hombre desaparecido resultaban en un clavo más en el ataúd del agonizante 3er. Imperio Alemán. Las más de 250 pérdidas entre aviones y pilotos resultó en otra arteria cortada para el corazón de la máquina de guerra germana, que desde luego, no pudo recuperarse de una operación que en principio podría parecer victoriosa, pero que a la larga, causó más daños que beneficios. 10

 

Fuentes:

Christopher Shores y Chris Thomas. 2nd Tactical Air Force. Volume Two. Breakout to Bodenplatte. 2005

John Manhro y Ron Pütz. Bodenplatte. The Luftwaffe’s Last Hope. 2004

https://www.abc.es/historia/abci-bodenplatte-masacre-aerea-nazis-enfrentaron-gigantesco-ejercito-borrachos-201612210213_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fhistoria%2Fabci-bodenplatte-masacre-aerea-nazis-enfrentaron-gigantesco-ejercito-borrachos-201612210213_noticia.html

https://www.despertaferro-ediciones.com/2020/operacion-bodenplatte-el-crepusculo-de-la-aviacion-de-caza-alemana/