¡El arbolito!
Es en estas fechas decembrinas cuando las casas se cubren de luces, las canciones de navidad suenan por las calles y en los interiores ( y algunos exteriores) enormes árboles de pino adornados de luces, colores y esferas son colocados con vida y alegría. “Poner el arbolito” se ha vuelto toda una tradición; casas, centros comerciales, plazas y lugares públicos adornan sus centros con árboles de diverso tamaño que anuncian a los cuatro vientos la llegada de la navidad Hoy en día esta difundida costumbre se ha vuelto algo recurrente (casi obligatorio) en los hogares mexicanos, pues la cultura popular así lo ha inculcado.
Sin embargo, y dando un repaso a nuestra historia nacional, tal vez nos demos cuenta de una cosa. En la época prehispánica, virreinal, así como en una buena parte de los primeros años de independencia el árbol de navidad brillaba por su ausencia.
¿Entonces dónde o, mejor dicho, cuándo llegó esta tradición a México?
Descubrámoslo juntos.
En búsqueda del Origen.
En nuestra investigación por encontrar la llegada del árbol navideño a México podemos revisar, en primer lugar, el periodo precolombino, aunque por obvias razones el árbol de navidad no estuvo presente. El pino es una tradición cristiana (o por lo menos lo es actualmente) por lo que es bastante entendible el hecho de que en Mesoamérica no se conociera nada de dicha religión (recordemos que la llegada del cristianismo en el continente se hizo presente tras el arribo de los españoles) por lo tanto la opción de que el árbol sea una herencia Prehispánica queda descartada. La respuesta tiene que estar entonces en la época de virreinato… ¿O no es así?
Si bien fue gracias a la llegada europea el que la religión católica se difundió por todo el continente, en realidad algunas tradiciones y características propias de la religión hoy en día no estaban presentes en esa época.
La prueba más notoria es el sincretismo religioso llevado a cabo en México, con la aparición de nuevas entidades y costumbres como resultado de una mezcla entre la religión mesoamericana y católica. Sin embargo, eso es tema para otra entrada, pues el motivo principal de este blog ( el árbol de navidad) aún no se hacía presente. El motivo es simple: la tradición era todavía considerado un rito pagano en Europa.
Las raíces del árbol.
En las épocas de expansión y evangelización europea el viejo continente se hallaba repleto de múltiples y diversas religiones “paganas”. El Cristianismo era en ese entonces una religión relativamente nueva y para abrirse paso entre los demás cultos tuvo que recurrir a una herramienta que ya mencionamos antes, el sincretismo religioso.
De esta manera, en su llegada al norte de Alemania, los primeros evangelizadores se encontraron con una tradición religiosa muy peculiar, se trataba del culto a Frey, el dios nórdico del sol, al cual por motivos de su nacimiento (próximo a la navidad cristiana) se le celebraba adornando un árbol.
“Este árbol simbolizaba al árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín); y en las raíces más profundas estaba Helheim (el reino de los muertos).”
Según cuenta la historia, fue San Bonifacio de Maguncia ( apóstol de Alemania) quien al ver la tradición pagana de los pueblos nórdicos, decidió cortar el árbol representante del culto, para en su lugar plantar un pino. Este árbol representa la divinidad, el amor de Dios, y según otras fuentes, la santa trinidad.

Dicho pino fue decorado con manzanas y velas ( que representaban al pecado y la luz celestial) con el paso del tiempo la tradición se extendió a toda Europa, siendo remplazados las velas y manzanas por esferas y adornos, además de una estrella en la punta del árbol.
La costumbre cobró fuerza en el siglo XVII, cuando fue mezclada con otras tradiciones como las de San Nicolás, agregándole los regalos debajo del árbol. Ya para el año 1800 el árbol de navidad se podía notar en los hogares de Finlandia y para 1841 Inglaterra lo inmortalizó al poner un Pino en el Castillo de Windsor. Desde entonces la tradición se hizo muy popular, principalmente en las clases altas.
El regalo del segundo Imperio.
A su llegada a México los emperadores Maximiliano y Carlota tenían algo muy claro, para poder cumplir su misión era necesario impactar culturalmente en el país. Por ello se esmeraron con empeño en introducir nuevos hábitos y costumbres característicos de Europa.
Abundaron los bailes, las obras de teatro, se hicieron recurrentes las “horas del té” y se impusieron las modas francesas e inglesas en cuanto a vestimenta se trababa. Obviamente, esto era para las clases adineradas.
Cómo mencioné con antelación, el árbol de navidad se volvió una costumbre relativamente nueva en la alta sociedad europea. Las grandes casas del viejo continente rápidamente replicaron la acción de poner un pino en las salas de estar. Para Maximiliano y Carlota, los emperadores que deseaban poner a México en la vanguardia de la moda, el detalle no podía faltar.
De esta manera el 24 de diciembre de 1864 se colocó en el Castillo de Chapultepec (residencia oficial de los emperadores) un adornado árbol de navidad. El Pino llamó inmediatamente la atención de toda la aristocracia mexicana, que empezaron a replicar la tradición europea. En muy poco tiempo los principales hogares de la clase alta tenían su propio árbol de navidad, reemplazando (al menos de momento) al tradicional nacimiento o pesebre navideño.
Si bien algunas fuentes señalan que el árbol ya había llegado con antelación a México debido a una ola de migrantes alemanes, se considera al pino de los emperadores cómo el primer árbol de navidad oficial de México.
El árbol en peligro
No obstante, la tradición pareció peligrar un año después de su llegada oficial, en 1865 el padre de la emperatriz Carlota, Leopoldo I de Bélgica, fallecería dejando en duelo a su querida hija. Debido a ello, se decretó luto nacional en México y por consecuencia, la abstención de colocar decoraciones navideñas ( incluido el árbol).
Sin embargo, por fortuna –o infortunio de Carlota– la orden solo fue acatada por los conservadores, el resto de la aristocracia mexicana no pudo evitar colocar un bello árbol navideño, preservando así la tradición.

Con la derrota y destierro del imperio muchas de las nuevas costumbres impuestas por este también fueron marginadas. No obstante, aunque en menor medida, el árbol navideño persistió en la tradición mexicana.
El árbol de navidad, un arma política
No sería hasta 1878 cuando el árbol volvió a protagonizar en las celebridades decembrinas. El general Miguel Negrete, uno de los más fervientes rivales políticos de Porfirio Díaz, decidió retomar la costumbre tras un viaje por Europa. El árbol también tenía cierto trasfondo político, pues era sinónimo de riqueza y ostentosidad, colocando al general Negrete en la vanguardia y moda del momento. Prueba de ello es la descripción de la prensa sobre el árbol navideño:
“el árbol sembrado de luces, cubierto de heno, extendía sus ramas a una gran distancia, y contenía como 250 juguetes, entre los que cada invitado tenía derecho a elegir uno designado por un número que de antemano se repartió; los objetos consistían en juguetes de muy buen gusto y aún de lujo”.
Con el pasar de los años el árbol navideño se volvió parte de las costumbres mexicanas; hoy en día es habitual ver uno de estos árboles (o al menos una réplica plástica) adornando las casas y estancias de todo México, acompañado con otros adornos también propios de las fiestas, y que sin duda muchos reconocemos como tradicionales.
Esa es la historia del árbol de navidad en México, un pequeño regalo Imperial para la posterioridad.
-Zarco
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