El ejército invasor francés ingresa a la Ciudad de México
El 10 de junio de 1863, el ejército francés al mando del mariscal Frédéric Forey ingresó triunfal a la Cuidad de México y de inmediato estableció un gobierno provisional, lo que fue un paso definitivo para consumar la intervención francesa y dejar allanado el camino para la instauración del Segundo Imperio Mexicano, bajo el mando del austriaco Maximiliano I.
La llegada del Ejército francés se dio en el marco de la intervención de dicho país a México, que tuvo su origen en la cancelación del pago de la deuda externa por parte del presidente Benito Juárez en 1861 (a fin de recuperar el país económicamente luego de la difícil guerra civil que fue la Revolución de Ayutla) y que motivo el descontento de las potencias europeas a las que México dejó de pagarles: Reino Unido, España y Francia.
España y Reino Unido negociaron con México y retiraron sus tropas al poco de llegar al puerto de Veracruz en 1862, sin embargo, Francia continuó con sus reclamos gracias a sus intereses imperialistas y a considerar la oportunidad de ejercer un dominio sobre México importante en sus deseos de debilitar a la cada vez más poderosa nación estadounidense. Así, motivados por tales causas, Napoleón III ordenó mantener las tropas y avanzar sobre el territorio mexicano.
La guerra se desató y, pese al notable triunfo mexicano el 5 de mayo de 1863 en Puebla, y en otros escenarios, el ejército francés no pudo ser detenido y avanzó hasta ocupar la Capital de la República el 10 de junio de 1832, forzando al gobierno de Juárez a abandonar la ciudad y mantener su gobierno en la itinerancia. Por su parte, los franceses empezaron a establecer o diseñar el nuevo gobierno y, al mes siguiente, el 10 de julio, la Asamblea de Notables (órgano creado por el propio Forey tras tomar la ciudad), determino lo siguiente:
La nación mexicana adoptaría la forma de Gobierno la Monarquía Moderada, hereditaria, con un príncipe católico,
El soberano tomaría el título de emperador de México,
La Corona Imperial se ofrecería al príncipe Fernando Maximiliano, Archiduque de Austria, para sí y sus descendientes,
Que en el caso que por circunstancias de prever no llegase a tomar posesión del trono, la nación mexicana se remitiría a la benevolencia del emperador de los franceses para que le indicase otro príncipe católico.
Así, como hemos dicho, se allanó el camino para la formación del Segundo Imperio Mexicano, pues ese príncipe soberano católico lo encontraron en Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, a la postre Maximiliano I de México.
Hasta hace 30 o 40 años los académicos en las universidades debatían a puerta cerrada sobre algún tema de importancia, se discutían las novedades académicas y se refutaban otras más. Para el público en general esta información era casi inaccesible, solo unos pocos – los más informados- sabían qué revistas o periódicos comprar para leer sobre algún tema de interés. Todo lo que la gente sabía sobre materias como la Historia era gracias a la SEP, el gobierno y los medios de comunicación controlados por el anterior, si bien no podemos decir que la población vivía en la ignorancia total, sí había cierto rezago o marginación de conocimiento.
Como es costumbre de políticos y gobiernos, lo que se le enseñaba a los jóvenes en las escuelas estaba ampliamente manipulado, recortado o ignorado en beneficio de los intereses del momento, esto propició la creación de los denominados “mitos históricos” ;leyendas impulsadas por la historia oficial que lejos de contar los hechos verídicos subrayaban o creaban nuevos discursos a favor de algún personaje o hecho histórico.
Los más evidentes son ampliamente conocidos, la aureola de misticismo que rodeó a figuras como Benito Juárez, Lázaro Cárdenas o Francisco Madero y que prácticamente los elevó a la categoría de semidioses alteró la forma de ver y percibir la Historia para el mexicano común.
La Historia oficial -evidentemente con fines políticos- se encargó de construir un discurso histórico novelesco con personajes buenos y malos, mientras que figuras como las antes mencionadas eran elevadas a héroes nacionales otros nombres menos afortunados fueron inscritos en el bando de los villanos; Santa Anna, Hernán Cortes y Porfirio Díaz son solo algunos de los desdichados individuos que hasta hace poco ostentaron la categoría de enemigos de la nación.
Santa Anna el “villano”
Durante muchos años la situación se mantuvo prácticamente igual para la Historia popular, el discurso de héroes y villanos permaneció inamovible del imaginario común, sin embargo muy pronto esto empezó a cambiar.
El año 2000 marcó una era de desajustes y reordenamiento político, el fin de la hegemonía política del PRI, la llegada de la globalización y las nuevas tecnologías dieron como resultado una libertad académica y de expresión sin precedentes, si bien el discurso oficial no cambio mucho, la llegada de las redes sociales y el internet a manos de la población significó un profundo cambio en la manera de percibir y difundir la Historia.
En los años posteriores este hecho aumento cada vez mas, primero las páginas Web y luego sitios como Facebook y YouTube se encargaron de estudiar, debatir y criticar la postura oficialista, es entonces cuando surge una nueva ola de estudio histórico que se caracteriza por el rechazo al discurso oficialista del gobierno y por consiguiente a todo lo que se enseñaba hasta el momento.
Sin embargo, este suceso trajo consigo consecuencias tanto positivas como negativas, por una parte “el bando de los villanos” fue rescatado, una nueva fascinación por el estudio de personajes como Porfirio Díaz y Maximiliano de Habsburgo destruyó la mayoría de los mitos existentes alrededor de estos personajes; no obstante, en vez de centrarse en un estudio objetivo y libre de extremos, los antiguos villanos fueron elevados a héroes casi o más intocables que los “héroes” anteriores.
La situación se revirtió, Juárez paso a ser un ser odiado, casi repudiado, mientras que Maximiliano fue enaltecido como un individuo inocente, con intereses puramente benéficos a favor de México que lo hacen ver cómo un “benefactor desinteresado” digno de protagonizar una película de Disney.
Este nuevo discurso pecó de radicalismos casi al nivel de la historia oficial, se crearon nuevos grupos que más que estudiosos y seguidores de un personaje histórico se asemejan a fanáticos sin razonamiento.
Discurso de “Héroe y Villano”
Una situación es en particular interesante: la de Maximiliano y Benito Juárez. La “nueva ola” de revisionismo histórico trajo consigo una marcada corriente de imperialismo, figuras como Iturbide y Maximiliano empezaron a sobresalir de gran manera, ganando mucha popularidad y seguidores.
Esta nueva ola marca en sus inicios la reversión y eliminación de los mitos populares anteriores, se centra en desarmar el discurso construido alrededor de Maximiliano, atacando puntos que lo pintan como “invasor” o “ingenuo”, sin embargo la “reversión de discurso” no solo se nota en la figura de Maximiliano, Benito Juárez también sufre este revisionismo.
En primer lugar se desmienten ciertos mitos sobre él, por ejemplo sus supuestas buenas intenciones, su “desinterés” por el beneficio personal o el esconder ciertas cualidades como su evidente búsqueda de permanecer en el poder. En una segunda fase se subrayan las cualidades positivas de Maximiliano, se habla sobre su liberalismo, las reformas hechas en su gobierno o que intento hacer, en contra parte, se demuestran más puntos negativos sobre Juárez y se realizan comparaciones entre ambos personajes.
Finalmente llega una tercera etapa aún más radical, se aclama a Maximiliano como un héroe innegable, se hunde la figura de Juárez hasta la denominación de villano y finalmente se consigue un discurso parecido al original, en pocas palabras, se cae de un extremo al otro.
Este es el punto central del tema pues se elimina un mito para implantar uno nuevo, el conocimiento popular cambia, pero abandona el discurso oficialista para caer en uno nuevo igual de novelesco e imparcial, los papeles se alteran más en esencia sigue siendo la misma novela del “bueno y el malo”.
Ciertamente un motivo de ello es que la gente está acostumbrada a percibir la Historia como un cuento de buenos y malos, por otra parte la sociedad en general también está involucrada pues tiende a observar bipolarmente al mundo.
Finalmente podemos decir desde un punto de vista general que es entendible el porqué muchas personas tienden a caer en extremos, es también comprensible el porqué debido a ello muchos mitos son sustituidos por otros tras su desaparición.
Como historiadores sabemos que si bien no es posible estudiar un tema con total objetividad si es nuestro deber intentar ser lo más neutral posible, sin caer en hipérboles o radicalismos. Al final sucesos como estos son muestra de una sociedad que evoluciona, que está cada vez mas interesada en conocer la Historia y su pasado por lo que es nuestro deber esforzarnos por desaparecer las leyendas, héroes y villanos de novela que por mucho tiempo han inundado al conocimiento popular.
Empecemos a ver la Historia como lo que es, un objeto de estudio que debe estar libre de prejuicios, fanatismos o partidismos para que finalmente podamos eliminar un mito… Sin crear otro nuevo.
-Zarco
Si quieres conocer más del autor, puedes leer alguno de sus siguientes artículos:
La historia de la intervención francesa en México, que acaeció de 1862 a 1867, incluyó algunos intentos notables de legitimación; uno de ellos, fue la conformación de la Asamblea de Notables. Este cuerpo se erigió como una regencia que estaría a cargo del Poder Ejecutivo y sería ajeno a la organización republicana que estaba legalmente constituida.[3] Hay que mencionar que el gobierno conservador se empezó a constituir en el momento mismo en que entró el comandante Forey de las fuerzas francesas a la Ciudad de México, el 10 de junio de 1862.[4]
La Asamblea de Notables, de 235 personas, votó por la monarquía moderada, hereditaria, con un príncipe católico y la ofreció a Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria. Mientras, gobernaría la regencia formada por tres notables: el recién nombrado arzobispo de México, Antonio Pelagio Labastida y Dávalos, quien se encontraba en Roma y cuyo lugar ocupó el obispo de Tulancingo, Juan Bautista Omachea, y los generales Juan Nepomuceno Almonte y Mariano Salas.[5]
Este intento de organización política venía ideado por los conservadores de tiempo atrás, respaldados por las ideas imperiales de Napoleón III, entonces soberano de Francia y por un ambicioso plan respecto a México. Dicha información, se ve corroborada en una carta que se dirigió al general Forey el 3 de julio de 1862, donde expone lo siguiente:
He aquí la línea de conducta que debéis seguir: primero, dar a vuestra llegada una proclama cuyas principales ideas se os indicarán; segundo, acoger con la más grande benevolencia a todos los mexicanos que se os presenten; tercero, no prohijar las querellas de partido alguno, declarar que todo es provisional hasta que se pronuncie la nación mexicana […] Cuando lleguemos a México, será bueno que las personas notables de todos los matices que hayan abrazado nuestra causa, se entiendan con V. para organizar un gobierno provisional. Este gobierno someterá al pueblo mexicano la cuestión del sistema político que deberá establecerse definitivamente; en seguida se convocará una asamblea según las leyes mexicanas […] México nos procurará las materias indispensables a nuestra industria. México, regenerado así, nos será siempre favorable, no solamente por agradecimiento sino porque sus intereses estarán de acuerdo con los nuestros […][6]
El general Forey hizo lo que se le indicó al año siguiente, al entrar a la Ciudad de México, donde cabe resaltar una suerte de visión civilizadora en sus acciones.
Mexicanos: ¿Será necesario que os diga aún, con qué objeto el emperador ha enviado a México una parte de su ejército? Las proclamas que os he dirigido, a pesar de la política recelosa del gobierno caído, os son conocidas segundamente, y sabéis que nuestro magnánimo soberano, conmovido de vuestra triste situación, no ha querido haciendo atravesar los mares a sus soldados, sino mostraros que el noble pabellón de la Francia es el símbolo de la civilización […]
Después de la rendición de Pueblo, íbamos a marchar sobre la capital […] Pero Dios no ha permitido una nueva efusión de sangre, y el gobierno que sabía demasiado bien no podía contar con el pueblo de esta capital, no ha osado esperarnos detrás de sus murallas: ha huido vergonzosamente […] Si tenía aún alguna duda de la reprobación general de que era objeto, el día 10 de junio de 1863 […] debe quitarle ya todas las ilusiones, y hacerle comprender su importancia para conservar los restos de un poder del que ha hecho un uso tan deplorable. [7]
La Junta de Notables se reunió en la Ciudad de México, donde hubo incluso liberales moderados, quienes veían como algo fútil la resistencia ante las fuerzas armadas francesas.[8] Esta organización, llevó a cabo una elección para instalar en México una monarquía, donde además se le ofreció formalmente la corona a Maximiliano de Habsburgo. La Junta, publicó un documento que vale la pena citar para dilucidar la intencionalidad de sus autores:
Con ello, la facción conservadora buscó darle legitimidad a su propósito de establecer una monarquía en nuestro país. Más allá de su anacronismo o su inviabilidad, esto supuso en su momento una afrenta a la soberanía nacional, por la imposición de un régimen que no era apoyado por la mayoría y que violaba lo establecido desde la primera Carta Magna mexicana de 1824, pasando por la Constitución de 1857, donde se establece la república como forma de organización política. La lucha, se alargaría 4 años más hasta el triunfo definitivo del bando republicano.
[3] Juan Brom y Dolores Duval. Esbozo de Historia de México. México. Grijalbo. 2014. P. 240. 472 p. 4° edición.
[4] Vicente Riva Palacio, et. Al. “La Reforma. La intervención y el Imperio.” En: México a través de los Siglos. V. III. Barcelona, Océano. 1999. P. 754. 815 p.
[5] Andrés Lira, Anne Staples. “Del desastre a la reconstrucción republicana, 1848-1876.” En Érick Velásquez, et. Al. Nueva Historia General de México. México: El Colegio de México. 2010. P. 469. 818 p.
[6] “Napoleón expone sus ideas políticas respecto a México en carta a Forey (3 de julio de 1862).” En: Antología de Textos. La Reforma y el Segundo Imperio. Introducción y Selección de Textos Silvestre Villegas Revueltas. México: UNAM/Coordinación de Humanidades/ Instituto de Investigaciones Históricas. 2010. Pp. 269-271.
[7] Manifiesto de Forey a la nación mexicana (12 de junio de 1862). En Ibídem. Pp. 273-275.
[91] Asamblea de Notables. 10 de julio de 1863. En México en el Siglo XX. Antología de fuentes e interpretaciones históricas. Introducción, selección y notas Álvaro Matute. México: UNAM/Coordinación de Humanidades. 2013. Pp. 305-306. 573 p.
José Santos Degollado fue uno de los personajes más emblemáticos y polémicos de la facción liberal durante la redacción de la Constitución de 1857 y la Guerra civil de Reforma de 1858-1861. Nacido en 1811 en Guanajuato, vivió los pormenores de la Guerra de Independencia con su madre y un tío, para posteriormente experimentar una vida álgida dentro del convulso México decimonónico.[3]
Menciona Javier Garcíadiego que: “En 1854 participó en la rebelión de Ayutla contra Santa Anna y tuvo una notable participación, hay que decirlo, no eran tantas derrotas como luego las tendría; y además le sirvieron sus estudios en el Colegio Militar.[4]”
A propósito de sus tropiezos militares, se le reconoció como el “héroe de las derrotas”, mote auspiciado por las fuerzas conservadoras[5] por su constante incapacidad de obtener victorias frente a sus rivales, lo cual se volvió uno de sus principales estigmas, no obstante su capacidad de levantar ejércitos para la causa liberal.[6]
A pesar de esto, no tuvo reparo en seguir combatiendo por las causas que él defendía –recordando que él fue miembro del Congreso Constituyente de 1856-, incluso podría parecer que sus derrotas fueron hasta cierto punto planeadas:
El ejército de Degollado doblaba en número al de Miramón, sin embargo, fueron mayores los triunfos del segundo, precisamente, debido al poco adiestramiento y disciplina militar de los constitucionalistas. En batallas importantes, la inexperiencia y la falta de coordinación afloraban, por lo que los jefes militares de Degollado muchas veces no hacían lo adecuado y provocaban la derrota; el mismo Miramón daba cuenta de ello. Lo anterior, aunado a la superioridad táctica y a los conocimientos militares, llevó a Degollado a implementar una estrategia en suma particular: huir cuando no se tuvieran las condiciones para ganar. Curiosamente esto funcionó y pudo sobrevivir desesperando a Miramón, distrayéndolo lo suficiente como para dar tiempo a Juárez para obtener apoyo estadounidense y, algo más importante, promulgar las leyes de reforma.[7]
Degollado fue un actor principal en el plano político y militar dentro del bando liberal hasta septiembre de 1860[8], cuando cayó en desgracia debido a una acción que él consideraba correcta para resarcir el rompimiento que significó la Guerra civil de Reforma. Esto se llamó Plan de Pacificación, que implicaba un nuevo Congreso Constituyente y, por tanto, una nueva Constitución.[9] Hay que añadir que dicho plan contemplaba también que Juárez no fuera presidente, por lo que este último le abrió un proceso judicial por su traición.
Lo que cambió la fortuna y memoria a posteriori de Degollado fue el asesinado de Melchor Ocampo por las huestes conservadoras, el 3 de junio de 1861. Degollado, amigo personal del finado, pidió permiso para ir a combatir a Leonardo Márquez, el asesino del ideólogo del liberalismo. “Tenía entonces el proceso en contra por el asunto del plan de paz; aun así, le fue concedido el permiso, sólo que en la primera escaramuza de persecución murió de un balazo en la cabeza cerca de Toluca, el 14 de junio de 1861.”[10] No obstante el proceso que pesaba sobre él
“En 1906, el presidente Porfirio Díaz decretó que el nombre de Degollado se inscribiera con letras de oro en el Congreso de la Unión y que sus restos fuesen depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Pero eso se llevó a cabo hasta 55 años después, el 15 de junio de 1961”
Para ampliar la información acerca del documento que provocó la ruptura con Benito Juárez, se facilita a continuación un extracto para su consulta en línea.
[3] Mercado Villalobos, Alejandro. “Santos Degollado. Estudio político de un liberal mexicano”. Tzintzun. Rev. estudios históricos no.63 Michoacán ene./jun. 2016. [Consultado el 11 de junio de 2018. Disponible en: https://bit.ly/2JxIPRY ]
[4]“148 años de la muerte de Santos Degollado”. Antena Radio (Matutino). Con Mario Campos y Javier Garcíadiego. Efemérides Histórica. IMER. 107.9. México: Jueves 18 de junio 2015.
[5] Mercado Villalobos, Alejandro. “Santos Degollado”. en Relatos e Historias en México. Año VIII. 74. (2014), p. 36
[6] García, Joaquín. “Santos Degollado. Héroe de las Derrotas.” En Net Noticias Mx. Ciudad Juárez. 28 de octubre de 2015. [Consultado el 11 de junio de 2018. Disponible en: https://bit.ly/2Juqfyi ]