12 de Septiembre ¡Día del historiador! ¿Nos morimos de hambre?

El 12 de septiembre en México festejamos el Día del Historiador y, en un ejercicio de reflexión, en HC Historia Contemporánea. quisimos hablar a nuestros lectores acerca de algunas de nuestras vivencias y cómo hemos sobrellevado esta labor de dedicarnos al estudio de las fuentes del pasado. Sin más, comenzamos.

Hal Jordan

¿Ser historiador? Es una pregunta que me hice en la preparatoria/bachillerato cuando aun era un mozalbete y no sabía bien de qué iba eso de ser “historiador”. Cuando compartí mi inquietud con mi familia, uno de los integrantes me dijo: ¿para ser pinche maestrito? Entonces en ese momento decidí que me iba a dedicar a ser un historiador.
Al entrar en el 2005 a la universidad aun creía que la historia es una ciencia-no lo es- y creía que estudiábamos el pasado-el pasado no existe- Tras 15 años de haber empezado esta aventura en la UNAM y librarme de sus garras ideológicas, puedo decir que soy feliz como un historiador y sí, ahora soy un pinche maestrito…con cédula que lo comprueba y un empleo estable.
¿Puedo estar mejor? Sin duda, pero es cosa de trabajarle durísimo y decidirse a hacer una consultoría y ser un poco loco.

Texto de Hal: 1917: Una película histórica NO INCLUYENTE

Momo

Mi aventura por la historia del arte tuvo un inicio literario: el personaje Robert Langdon de Dan Brown me llevó a enamorarme de distintas piezas artísticas y del arte en sí mismo. Sus aventuras me atraparon y me convertí en fanática de él-y quise imitarlo de la misma manera en que varios arqueólogos se inspiraron en Indiana Jones. Cuando me enteré en la preparatoria que esta fantasía de libros no solo podía quedarse en eso, sino que podía llevarlo a la práctica con la carrera de Estudios e Historia del Arte en el Claustro de Sor Juana, mi corazón dio un vuelvo tal que me puse como propósito estudiar esta disciplina y ser como mi ídolo de lectura.

Para los lectores de HC, solo me queda decirles lo siguiente: estudiar arte es analizar como vemos y representamos las cosas y ponemos en orden nuestro mundo. Es necesario saber cómo lo hacemos.

Texto de Momo: Top 5. Mujeres de arte

El Erudito

El simple hecho de haber comenzado la carrera de Historia ya es un acto de valentía; no representa solamente el dedicarse a algo que verdaderamente nos gusta y por lo que sentimos una gran vocación, sino enfrentarse a un futuro laboral no muy definido y, sobre todo, a una fuerte y constante crítica por parte de la sociedad, la cual suele criticar a las carreras que, algunos piensan, son menos lucrativas o tienen un menor campo de acción. Sin duda alguna a todos nos han hecho esas incómodas preguntas sobre la utilidad de la Historia, las oportunidades laborales que pueda tener o exactamente qué es lo que hace un historiador. Si bien, algunos estudiantes de esta licenciatura tienen ya muy claro qué respuestas dar a estas preguntas, muchos otros tienen que reformularse esto constantemente durante formación.
Para aquellos interesados en la Edad Media y temas afines la cosa puede ser un poco más complicada aún, ya que, siendo latinoamericanos, a las preguntas anteriores se les puede agregar la interrogante de cómo podría alguien que no es europeo, estudiar la Edad Media, y para qué. Aunque la pregunta pueda parecer bastante lógica en un primer momento, lo cierto es que podríamos hacérsela a cualquier otro historiador sobre su tema de estudio y pronto parecerá algo ridículo: ¿Cómo puede alguien que no es romano estudiar dicho imperio? ¿cómo puede un agnóstico estudiar las religiones del Medio Oriente? ¿Por qué alguien estudiaría lo ocurrido en un país ajeno durante la Segunda Guerra Mundial? Pues bien, el hecho de no pertenecer a un tiempo y un espacio en concreto, pero desarrollar todas las habilidades necesarias para estudiarlo, interpretarlo y darle un significado importante para nuestros tiempos es precisamente lo que un historiador aprende a hacer durante la carrera; y es justamente por eso que cada objeto de estudio tiene una larga lista de muy específicos requisitos para poder ser abordado y, si bien, todo esto puede parecer abrumador al principio, lo cierto es que brinda una de las mayores satisfacciones cuando se nota un avance en el desarrollo de estas habilidades.

Texto de El Erudito: Algunos inventos de origen medieval (o anterior) que siguen siendo vigentes hoy en día

Barbarella

Cuando alguien se decanta por el área de las humanidades, la primera pregunta a la que se enfrenta es: ¿voy a poder vivir de esto? Y me gustaría darte esperanzas pero NINGUNA profesión te asegura una buena remuneración.

Si decides dedicarte a esta profesión porque te gusta la Historia y eras bueno (a) en la medio superior en la materia o porque “ha de ser fácil“. Prepárate para una buena desilusión.

Si tú referente para decidirte por estudiarla es repetir el fenómeno Marx, Krauzen, Braudel o incluso Comte. Ellos fueron resultado de diferentes factores en su contexto y tiempo. No te aseguro que consigas ese nivel de reconocimiento dentro del campo.

Entonces, ¿por qué estudiar algo que no te dará un gran reconocimiento, que no es fácil o lo que esperas y que no te dará estabilidad económica?

La respuesta es amor, amor a la Historia.

El campo de trabajo del historiador se divide en 3 aspectos: investigación, divulgación y docencia. Y tienes que saber que para cada uno de ellos debes de tener vocación.

La mía fue la docencia en la Historia y déjame decir que no todo historiador puede ser profesor así como no todo profesor de Historia puede ser Historiador.

Aprender Historia requiere ciertas habilidades que adquieres con la formación académica. Enseñar Historia es que tú tengas esas habilidades y puedas transmitirlas de manera eficiente a quienes aprenden.

Si en este momento de tu vida te encuentras en esa disyuntiva de si estudiar o no Historia, me atrevo a darte una sugerencias: visualiza que es lo que quieres obtener y que vas a hacer con eso que obtengas dentro de la profesión.

Texto de Barbarella: Las películas en la memoria histórica

Zarco

Escoger ser historiador no siempre es fácil, muchas personas tienen miedo sobre cómo será su futuro o si acaso tienen uno. Algunos tienen expectativas muy bajas o al contrario muy altas. Pero en el tiempo que llevo conociendo la vida como historiador he aprendido que la satisfacción no es solo material.
El conocimiento, técnicas y aprendizaje adquirido es un bien invaluable que solo algunos saben apreciar. Sumergirse en lecturas, realizar investigaciones profundas y conocer la historia es un viaje que más que cansarte te emociona. Aprender sobre la humanidad, sobre su historia y lo tremendamente complicada que es, es un privilegio del cual solo gozan los historiadores. Ser historiador no es solo saber datos y fechas, es entender, o intentar entender la Historia, y todo lo que ello conlleva.

Texto de Zarco: Tulipomanía la enfermedad Holandesa que infectó a México.

Asterión

Durante mi tiempo como historiador he tenido experiencias gratas y otras no tanto. Es una gran satisfacción cuando te dedicas a la investigación y empiezas desde una pregunta, y terminas encontrando el hilo de lo que busques a partir de una carta, una fotografía o una lápida. Es como ser un detective entre los muertos, con el poder de hacer hablar a los que ya no pueden hacerlo . Lo complicado viene cuando tu trabajo no es valorado y terminas cuestionándote sobre el valor de la Historia para los ajenos a esta disciplina. Pero allí viene el reto cotidiano para quienes ejercemos esta loable profesión; darle valor agregado a el pasado y hacerlo cada vez más accesible a el ciudadano común que cree que el estudio de la Historia se limita solo a fechas.

Es una gran satisfacción presentarte como historiador y que después te señalen como El Historiador. Y lo mejor de todo, eres la primer referencia a consultar para tus conocidos y más cercanos cuando surge una duda ajena a las fechas y datos exactos: todos te creen, aunque no estés muy seguro de lo que dices. Por eso se vuelve una especie de responsabilidad saberlo casi todo, y si no, parecer que lo sabes o lo sabrás pronto.
A los que se aventuren por esta constante odisea de libros y escritura, les recomiendo que sean pacientes, escojan un tema y enamórense de él, pero no dejen de cerrarle el ojo a otros y platiquen con disciplinas y sobre todo lean, lean mucho.

Texto de Asterión: Una Reina para siempre, Isabel II en México

Alex

Mi experiencia como historiadora está un poco lejos de ser utópica. En mi entorno, aunque ponga fuentes, siguen dudando de la veracidad y qué decir en las redes sociales. Pero aún así, me gusta difundir mis conocimientos y ampliarlos. Eso sí, tengo que decir que en la carrera no todo es color de rosa. Hay que olvidar todo lo aprendido en el colegio e instituto porque no tiene nada que ver. Otra perspectiva.
Pero si os gusta la historia y queréis dedicaros a ella, no lo dudéis y no dejéis que la opinión de los demás os eche abajo vuestros sueños. Lloraréis un poco, pero el esfuerzo vale la pena.

Texto de Alex: ¿Quiénes eran los Sonderkommando?

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12 de septiembre de 1919. Se funda la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente de la Real de Madrid. Su primer director fue Luis González Obregón.[1]

Fuente: https://bit.ly/2wzvkfs

Hace 100 años, México vio el nacimiento de una institución que resulta desconocida para gran parte de la población: la Academia Mexicana de la Historia. Lo más inaudito es que tenga una correspondencia con su similar Real de Madrid –no confundir con el club deportivo-, pues para ese entonces México ya tenía casi una centuria de vida independiente en el momento de la instauración del liceo.

Para comprender esto, hay que remitirnos al siglo XVIII, cuando Nueva España era parte de la Monarquía Hispánica, bajo el reinado de la Casa de Borbón; representantes del despotismo ilustrado y precursores de distintas instituciones culturales que perviven hasta nuestros días. El rey Felipe V fundó en 1713 la Real Academia de la Lengua Española[2]; posteriormente el 18 de abril de 1738, se estableció por Real Orden la especializada en Historia.

La orden citada sirvió para aprobar los primeros estatutos por los que habría de regirse la nueva corporación, elaborados por la Junta fundacional. De acuerdo con esta norma, los académicos de número serían 24, a los que se sumarían igual cantidad de supernumerarios, para suplir, por antigüedad, a los numerarios ausentes por razón de servicios al Estado.[3]

Pero los criollos novohispanos nunca pudieron establecer una propia, siendo establecida hasta el siglo XIX, una vez iniciada la vida independiente de nuestro país.

El primer intento de fundar la Academia Mexicana de la Historia se dio en el año de 1836 durante la época en la que Antonio López de Santa Anna gobernaba el país. Sin embargo, debido a la constante inestabilidad social y política que vivía México el proyecto no fructificó. Posteriormente con el triunfo republicano en 1867 regresó el interés por establecer una institución que albergara al conocimiento histórico y sus mayores exponentes.[4]

Curiosamente, la Academia Mexicana de la Lengua se pudo establecer con antelación, en 1875, con correspondencia de la Real de Madrid y, paralelamente, también se intentó establecer la Academia Mexicana de la Historia. Para infortunio de los que apoyaban esta iniciativa, hubo un conflicto importante debido a las ideas anti hispánicas de la época, que provocaron que en 1880 se colocaran sedes en Buenos Aires, Bogotá y Caracas, pero no en México, a pesar de la relevancia histórica de la Nueva España.[5]

Con todo, los intentos por conseguir este objetivo continuaron durante el Porfiriato. Lo que resulta paradójico es que, a pesar de los sentimientos anti hispánicos de gran parte de la clase intelectual mexicana, se buscó la aprobación de una institución netamente española, no obstante que no gozó del reconocimiento múltiples veces.[6] Para 1901 “[…]el Marqués de Prat, ministro de España en México, por iniciativa propia empezó a promover una negociación para que la Real Academia de la Historia autorizara la fundación de una correspondiente mexicana.”[7]

Este intento nuevamente quedó en la congeladora, pero en 1913, se creó la Academia de Historia, sin relación momentánea con la madrileña. Infortunadamente para esta institución, el año resultó poco apropiado para afianzar este proyecto, debido a la convulsión política provocada por el proceso revolucionario de nuestro país. Sin embargo, la tenacidad de los historiadores mexicanos se vio finalmente recompensada en 1916 al fundar una nueva Academia, en principio sin patrocinio hispánico. “Manuel Romero de Terreros y el padre Mariano Cuevas S.J. fueron los encargados de promover que se otorgara a la academia mexicana la corresponsalía española”[8]

El 12 de septiembre de 1919 se consiguió algo que se había negado por casi 100 años: la Academia Mexicana de la Historia quedaba formalmente constituida, con reconocimiento y relación con la Real de Madrid[9], quedando constituida y fundada de origen por los siguientes personajes:

Francisco Sosa, Francisco Plancarte (arzobispo de Monterrey), Ignacio Montes de Oca (obispo de San Luis Potosí), Luis García Pimentel, Francisco A. de Icaza, Mariano Cuevas, Manuel Romero de Terreros, Jesús García Gutiérrez (canónigo honorario de la Basílica de Guadalupe), Jesús Galindo y Villa, Luis González Obregón, Juan B. Iguíniz y Genaro Estrada.

La primera reunión fue en la casa de Luis González Obregón, a partir de ahí se congregaron en distintas sedes, ya que no tuvieron una oficial hasta el año de 1952, cuando Don Manuel Romero de Terreros y Don Atanasio Saravia lograron obtener un fideicomiso del Banco de México y, de paso, un lugar fijo para reunirse y desarrollar los objetivos de la Academia. La sede definitiva se fijó en la casona ubicada en la Plaza Pacheco de la Ciudad de México, y se inauguró el 9 de diciembre de 1953. Dicho inmueble continúa como asiento de la institución de investigación histórica.[10]

Actualmente tiene entre sus más destacados miembros integrantes a Enrique Krauze, Elisa Speckman, Jean Meyer, Josefina Zoraida Vázquez, Gisela von Webeser, Antonio Rubial, entre otros distinguidos historiadores.

Pero el aporte de esta academia no termina ahí, pues, conmemorando la fecha de su establecimiento formal, en México celebramos cada año el Día del Historiador, como reconocimiento y para el deleite de las personas que se dedican al estudio del pasado.[11]

A propósito de estos profesionales del pretérito, Luis González y González, singular historiador mexicano, menciona algunas de las características que comparten quienes se dedican a esta ingente labor:

El historiador sobresaliente de todas las épocas ha tenido un cerebro poblado de literaturas y vividuras, ducho en todas las cosas y en algunas más, almacén bien surtido de saberes y experiencias, esponja y pozo de sabiduría. Ha llenado su morral con los mejores conocimientos del homo sapiens y ha vivido como cada uno de los seres humanos. Sin lugar a dudas, requiere un saber tan sólido como variado y una experiencia directa de la vida. El historiador es, además de rata de biblioteca, un hombre verdaderamente hombre. Él, como el periodista, ‘tiene por fuerza conocer –siquiera sea superficialmente- la escala de todos los conocimientos humanos. Sólo ellos tienen que ser músicos y poetas, arquitectos y arqueólogos, pintores y médicos’. Quien se ocupa de las acciones humanas del pasado no tiene derecho a ser ignorante ni a una vida unidimensional.[12]

Dicho lo anterior, resulta necesario felicitar a los indagadores del pasado, en lo general, y de manera especial a todos los que se dediquen a esta tarea, en nuestra página y en México. ¡Enhorabuena!


[1] Escrito por Ricardo Rodríguez.

[2] Vázquez, Josefina Zoraida. “Cincuenta y tres años de las Memorias de la Academia Mexicana de la Historia” en Historia Mexicana, vol. L, núm. 4, abril – junio. México, 2001. P. 709

[3] Real Academia de la Historia. [Consultado el 31 de agosto de 2018. Disponible en: https://bit.ly/2oo6knI ]

[4]Mora Muro, Jesús Iván. En defensa de la tradición hispánica. La Academia Mexicana de la Historia en el contexto revolucionario, 1910-1940. En Tzintzun. Revista de Estudios Históricos ∙ Número 65 ∙ enero-junio 2017. Querétaro. P 182

[5] Zoraida, Óp. Cit., p. 711

[6] Mora, p. 183.

[7] Zoraida, Óp. Cit., p. 711

[8] Mora, Óp. Cit., p. 183.

[9] Zoraida, Óp. Cit., p. 711. De hecho, la aprobación se dio en una fecha distinta. De acuerdo a la autora, debido a la injerencia del padre Mariano Cuevas fue que se logró el reconocimiento. “De esa manera, el 27 de junio de 1919, a propuesta de los académicos de número Duque de Alba, Marqués de San Juan de Piedras Alba, Ramón Menéndez Pidal, Julio Pujol, Ricardo Beltrán y Juan Pérez de Guzmán, se aprobó la

fundación de la Academia Mexicana”

[10] Por las calles de la ciudad: Academia Mexicana de la Historia. [Consultado el 31 de agosto de 2018. Disponible en: https://bit.ly/2wzvkfs ]

[11] Día del Historiador. Fundación Carlos Slim. [Consultado el 31 de agosto de 2018. Disponible en: https://bit.ly/2PmY3vC ]

[12] González y González, Luis. El oficio de historiar. Otros gajes del oficio. Tomo I. 2° reimpresión. México: Clío, 2004. P. 35, 358 p. Obras completas de Luis González y González.