
Los restos mortales de Javier Mina, que no Francisco Javier, reposan en la Columna de la Independencia, monumento emblemático de la Ciudad de México, ubicada en el Paseo de la Reforma y la cual también contiene los restos de Morelos, Hidalgo, Allende, Aldama, Guerrero, Quintana Roo, Leona Vicario, Bravo y Victoria.
Mina fue un guerrillero español de origen navarro, que luchó contra los franceses en la guerra que los españoles, apoyados por el ejército británico, sostuvieron contra las tropas francesas napoleónicas que dominaban la península ibérica. Al igual que muchos españoles estaba motivado por la ideología liberal que predominó en las Cortes de Cádiz y que condujeron a la redacción de la Constitución, misma que fue eliminada al regreso de Fernando VII, quien en 1814 reinstauró el absolutismo en España y sus colonias.
Javier Mina conspiró contra Fernando VII, destacando su participación, primero en el fallido intento de levantamiento en Pamplona y, después ,en el movimiento anti absolutista del general Porlier en Galicia, el cual fracasó y, ante su inminente captura, huyó a Londres, en un viaje muy accidentado. A mediados de 1815 se le ubica en la capital del imperio británico, donde estableció contacto con Lord Henry Holland, Fray Servando Teresa de Mier y Roberto Blanco White, entre otros liberales. Al mismo tiempo estableció contacto con la logias masonas que en Londres estaban establecidas de manera muy abierta, especialmente trabó contacto con la logia Láutaro, a la cual pertenecían José de San Martín y Bernardo O´Higgins. Lord Holland lo puso en contacto con el, entonces muy joven, general Winfield Scott, héroe estadounidense de la guerra contra los ingleses de 1812.
Nuestro personaje, esperaba ayuda y recursos militares de parte de Inglaterra, con el fin de para proseguir su lucha contra Fernando VII, ayuda que, hay que decir, había sido práctica común durante la guerra entre Francia e Inglaterra, la que no recibió ya que el problema de Napoleón se había concluido el 18 de junio en Waterloo. Sí recibió, en cambio, además de simpatía de todos estos liberales ingleses, así como de comerciantes ingleses, dinero y recomendaciones para que pudiera armar una expedición destinada a apoyar en la Nueva España al general insurgente Morelos, quien había mantenido la lucha iniciada por Miguel Hidalgo y que fue a la postre fusilado el 22 de diciembre de 1815.
La expedición se armó y zarpó desde el puerto de Liverpool hacia Norfolk, Virginia, el 15 de mayo de 1816, a donde llegaron el 30 de junio. Ya enterado de la muerte de Morelos, los planes serían otros y, aquí es donde empiezan mis inquietudes. Mina viaja a Nueva York, Washington y Baltimore, ciudades en donde se entrevista de nuevo con Winfield Scott, realiza gestiones, toma contacto con personajes como Miguel de Santa María, quien sería el primer embajador de la Gran Colombia en México y, al final, consigue apoyo financiero de Scott y de comerciantes estadounidenses. Así pues, zarpa de Baltimore en dos barcos y provisto de una fuerza de 250 hombres de varias nacionalidades el 27 de septiembre de 1816, con destino a Puerto Príncipe, Haití, y de allí hacia la isla de Galveston, en territorio novohispano, donde arribó el 24 de noviembre de 1816, de Galveston viajó a Nueva Orleans, regresó a Galveston lugar desde donde lanzó su primera proclama, el 12 de abril de 1817 y, finalmente, el 15 de abril desembarcó en Soto la Marina, de la provincia novohispana de Nuevo Santander. Desde dicha ciudad lanza su “segunda” proclama, que solo cambia el nombre de “mexicanos” por el de “americanos” que tenía la primera.
No es materia de este artículo analizar su aventura en la Nueva España. El objetivo que busco es el de entender a qué vino a nuestras tierras. Las preguntas que rondan en mi cabeza son las siguientes: ¿A cambio de qué recibió las ayudas de Holland, Scott y de los comerciantes ingleses y estadounidenses? ¿Altruismo? ¿Cuál era el plan sabiendo que ya Morelos había sido derrotado y la insurgencia mexicana estaba en franco declive?

Debemos recordar que Aaron Burr, vicepresidente de los Estados Unidos, había planeado, en 1803, una aventura muy novelesca de generar una guerra contra España para apoderarse de la Nueva España y convertirla en un imperio con él al mando, aventura que por cierto, le costó un juicio por traición. No olvidemos tampoco que para estas fechas era manifiesto el interés de esa joven república por el territorio de Texas. También debemos de tener presente el concepto del “Destino Manifiesto” que abrigaba a los estadounidenses, pueblo y gobierno. Y por último, mencionemos que fue Winfield Scott quien derrotó y tomó posesión de México en 1847.

Si leemos las proclamas de Mina, nos daremos cuenta que su ideología era muy anti Fernando VII y, de una manera un poco difusa, favorable a la emancipación de México, con un plan de una posterior alianza o unión con España. Sin dudar del idealismo de Mina; ¿no pudo ser un Caballo de Troya de las ambiciones imperialistas estadounidenses? No hay ningún documento que se conozca, sobre este uso del guerrillero para fines de dominio de Estados Unidos, eso hay que reconocerlo; sin embargo me suena demasiado idealista el creer que esta expedición no traía planes ocultos, que podían ir desde la anexión de Texas a la anexión de México en su totalidad.
Mina no tuvo éxito. Murió a los veintiocho años, el 11 de noviembre de 1817. Me siguen asaltando las sospechas. ¿Héroe de la independencia o caudillo de un plan malogrado de imperialismo estadounidense?

Mariano García Martínez, Ciudad de México, 30 de octubre de 2020
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